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La huelga del fax y los beepers

Hace poco menos de dos meses, el país experimentó una huelga de taxistas que amenazaba con paralizar todos los aeropuertos y las entradas y salidas de las principales ciudades; la protesta era una forma de presionar al gobierno para que “regule” las plataformas que ofrecen servicios de transporte (Uber, DiDi, Beat, Cabify e Indriver, entre las más populares), sin embargo, más allá de una protesta que terminó en desórdenes en algunas ciudades y sin muy poco apoyo por parte de la ciudadanía lo que hay es una ingenua forma de intentar detener lo indetenible.

Hasta el inicio de la primera década del 2000, el servicio de taxi era una de las pocas actividades lucrativas existentes entre las opciones de inversión para generar renta y una caja diaria, conocí muchos casos de personas que amasaron pequeñas fortunas con ese negocio, incluso, familias que educaron a sus hijos, adquirieron vivienda y mejoraron su estilo de vida a través de esta actividad, de hecho en mi juventud estuve vinculado laboralmente en el sector automotriz y aún recuerdo como a mitad de los noventas la dinámica de los cupos y la venta de vehículos de servicio público superaron record como en su momento la marca Hyundai con sus modelos Accent y Chevrolet con su modelo Swift servicio público, era la época dorada para los amarillos.

Pero la misma dinámica con la que crecía el negocio, era inversamente proporcional al servicio que se prestaba, las quejas por mal servicio, abusos en las tarifas cobradas, el aumento de los casos de accidentes de tránsito donde siempre estaba involucrado un taxi empezaron a aumentar, incluso se empezaron a disparar los delitos como secuestros, asaltos y hurtos a apartamentos donde se vinculaba a taxistas, esta situación sumada a las constante insatisfacción por el mal servicio empezaron a hacer mella en los usuarios que vieron en las plataformas una oportunidad de acceder a una nueva alternativa de transporte, con un servicio más amable, tarifas concertadas y una gama de vehículos particulares incluso de gama alta hicieron que esta modalidad se fuese metiendo en el mercado hasta convertirse en un servicio casi esencial.

De la misma manera como los teléfonos celulares desplazaron a los antiguos SAI de Telecom, el correo electrónico acabó con el fax, el computador desplazó a la máquina  de escribir, la cámara digital hizo que una empresa como Kodak y Foto Japón desaparecieran del mercado entre muchos ejemplos que a fuerza de oferta y demanda han hecho que las empresas se adapten a las nuevas tendencias, así mismo asistimos a lo que será el futuro del transporte de servicio individual, porque la forma como se presta hoy entró en obsolescencia, y pretender que por la fuerza el mundo deje de evolucionar la respuesta siempre será la misma, quien manda es el mercado.

El gran problema es que cuando un servicio pierde la confianza del usuario es muy difícil recuperarla, por lo menos en el caso de Valledupar el negocio de taxis está a punto de ser sepultado, la aparición de fenómenos como el mototaxismo, el incremento de la inseguridad que le ha costado la vida a muchos conductores, los altos costos de las pólizas de responsabilidad, el incremento de los costos de mantenimiento, la alta siniestralidad entre otros factores, ha hecho que cada vez menos personas se arriesguen a invertir en este negocio y por supuesto menos oferta de conductores para ejercer la actividad; súmele que si el servicio y la atención ya es precaria en otras ciudades, en la nuestra impera el maltrato al usuario, el lamentable estado de los vehículos e insisto la enorme desconfianza hacia el servicio, hacen que la percepción negativa hacia el sector sea aún mayor. 

Obviamente aún existen excepciones a la regla, todavía encontramos prestadores del servicio de taxi amables, con vehículos acorde a lo que el pasajero demanda y que desde su trabajo le aportan a la ciudad, sin embargo, siguen siendo una minoría que es opacada por quienes no se ha dado cuenta que gracias a su mal proceder están matando una actividad que en otrora tuvo su época dorada.

La tecnología llegó para quedarse, resistirse en vez de adaptarse es como promover una huelga para que se deje de usar internet o el teléfono móvil para regresar al beeper y al fax.

Por Eloy Gutiérrez Anaya

Categories: Columnista
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