En el mes de diciembre de 1925 el general Beltrán F. Dangónd C. montado en su brioso y extraordinario caballo alazán, transitando por el único camino real existente, hizo el recorrido de aproximadamente 200 kilómetros que separan a Villanueva (C) de Fundación (Magdalena) en cuatro jornadas, en igual número de días, de allí por tren, único medio de transporte, viajó a Santa Marta.
Llegó el general Dangónd a Santa Marta, capital del departamento del Magdalena, con su ambicioso proyecto-sorpresa por realizar y que solamente había confiado a su esposa y a sus hijos; se trataba de una aventura: que consistía en la adquisición de un automóvil Ford modelo 1925, en la primera y única agencia de importación de automóviles en Santa Marta; la negociación la hizo con el señor Enrique Fuentes y por ese moderno automóvil Ford, empacado en la fábrica, en sus cajas originales, el general Dangónd pagó la suma de setecientos cincuenta pesos ($750.00) moneda corriente.
Seguidamente tuvo la suerte de contratar en Santa Marta los servicios del mecánico chofer Leoncio Yoardo, excepcional por su experiencia y que por un período de más de 3 años consecutivos fue su fiel compañero en la realización de sus proyectadas aventuras por los caminos de herraduras del Magdalena Grande.
La primera y difícil etapa de sus innumerables proezas tuvo su origen en las playas de Santa Marta al embarcar en una goleta las numerosas cajas que contenían el automóvil Ford modelo 1925; zarparon con destino a Riohacha, la velocidad de navegación guardaba relación con la intensidad de los vientos favorables, después de una penosa y lenta travesía arribaron después de 48 horas de navegación a las playas de Riohacha; el desembarque fue extremadamente dispendioso; el general Dangónd procedió a contratar en Riohacha los servicios de un camioncito Ford modelo 1924 con capacidad 2,500 kilos para el transporte de tan voluminosas cajas que llamaron poderosamente la atención.
DESDE RIOHACHA
Se inició en Riohacha por el único carreteable de 35 kilómetros de longitud, que se construía bajo la dirección del ingeniero jefe Daniel S. Hernández y se llegó con éxito a La Florida, kilómetro 35, en el recorrido anterior llamó poderosamente la atención a los habitantes de Monguí y Machobayo las voluminosas cajas que se transportaban.
De allí por el único camino de herradura existente entre La Florida-Tomarrazón y Distracción se transportaron las cajas y algunas piezas delicadas del automóvil de conformidad con el programa comandado personalmente por el general Dangónd, quien se movilizaba a caballo dirigiendo tan complejo transporte.
En La Florida el general Dangónd había previamente programado el transporte de las cajas y numerosas piezas del automóvil Ford 1925; se trabajó en equipo perfectamente coordinado, los indios guajiros por su constitución atlética fueron los encargados de transportar en parihuelas cargadas a hombro las piezas más delicadas del automóvil, otras cajas fueron transportadas a lomo de mula llegando a Distracción en medio de un torrencial aguacero que no fue impedimento para tributarle al general Dangónd una entusiasta recepción.
EMOCIONES DEL RECORRIDO
Su hijo mayor, Silvestre Dangónd Daza esperaba impacientemente en Distracción la orden de su padre, enviada con un expreso que se movilizó a lomo de caballo, para salir en compañía de Antonio Daza Vidal al encuentro con la caravana que transportaba el automóvil; ese encuentro entre padre e hijo fue emocionante, se aproximaba el éxito de una gran empresa.
En Distracción el entusiasmo fue indescriptible, los habitantes permanecieron hasta altas horas de la noche enterándose del contenido de las cajas misteriosas. Seguidamente Leoncio Yoardo seleccionó acertadamente el sitio ideal para la primera “Ensambladora” de automóviles, un frondoso árbol de higuito, aún hoy existente, contiguo a la casa de alojamiento del mecánico chofer y que además sirvió de depósito y taller. La casa residencial de la familia de Antonio Daza Vidal y Mercedes Fernández y sus numerosos hijos fue la casa de huésped del general Dangónd y de su hijo.
EXPECTATIVA TOTAL POR EL CARRO
La extraordinaria habilidad de Leoncio Yoardo para convencer a un grupo de numerosos voluntarios consistió en asegurarles que la armada del automóvil se lograría en unas veinticuatro horas. Así obtuvo en forma permanente la constante colaboración de sus ayudantes voluntarios dándoles la seguridad que al terminar el ensamblaje del automóvil serían los primeros en disfrutar de paseos extras.
Todos estaban pendientes de presenciar ese acontecimiento y colaboraban permanentemente en las horas nocturnas proporcionando las luces a través de numerosas lámparas de petróleo; al lograrse el funcionamiento del motor del automóvil el entusiasmo fue indescriptible,
La gran mayoría de los habitantes permanecieron despiertos, no querían privarse de ver por primera vez en su vida transitar un automóvil (por carencia absoluta de energía eléctrica solamente las lámparas de petróleo proporcionaban una luz tenue y necesariamente tuvimos que adaptarnos).
UN GRAN ACONTECIMIENTO
Después de transitar lentamente por algunas calles de Distracción y comprobar que el automóvil estaba en perfectas condiciones para iniciar la primera etapa del recorrido, el general Dangónd acompañado por su hijo Silvestre Dangónd Daza, en su automóvil Ford modelo 1925 manejado por Leoncio Yoardo se trasladaron a Fonseca, San Juan del Cesar y Villanueva, en esas poblaciones el entusiasmo fue desbordante, la multitud que por primera vez presenciaba el tránsito de un automóvil fue indescriptible; a la llegada a Villanueva una gran aglomeración corría entusiasmada hacia la casa del general Dangónd para conocer de cerca y poder tocar tan misterioso vehículo; la banda de música del maestro Manuelito Fernández no podía faltar y alegraba con sus ritmos lo que fue considerado el mayor acontecimiento de la década de 1920 a 1930.
Esa multitud aumentaba considerablemente, el pueblo quiso hacerse presente para presenciar los detalles de ese extraordinario acontecimiento.
El automóvil fue parqueado bajo un frondoso árbol de ceiba, contiguo a la casa del general Dangónd. Ante la imposibilidad de contener esa multitud que superaba las 1.500 personas que constantemente tocaban y admiraban el vehículo, el general Dangónd sin pérdida de tiempo ordenó construir en el acto un cerco de alambre de púas para aislar el automóvil y darle facilidad a la multitud de admirarlo a una distancia prudencial.
El general Dangónd había logrado el mayor de sus éxitos al llevar el primer automóvil a su población natal. La complacencia fue indescriptible, se auguraban mayores éxitos y se gestaban programas insospechados. El general Dangónd que partió de Villanueva a lomo de caballo hasta Fundación, continuando por tren a Santa Marta, por vía marítima a Riohacha, por carreteable a La Florida y de a caballo a Tomarrazón-Distracción y en su automóvil a Villanueva acaba de terminar con el mayor de los éxitos su completo recorrido alrededor de la Sierra Nevada de Santa Marta.
La segunda e inesperada etapa en su recorrido en automóvil por el camino real: Villanueva-Urumita-Guacoche- Valledupar
Para el mes de febrero 1926, el general Dangónd había terminado los preparativos previos que consistieron en acondicionar el camino real existente entre Villanueva-Urumita-Las Margaritas-Eneas-Rio Cesar-Rio Badillo-Guacohe-Valledupar.
Esos preparativos consistieron en lograr las ampliaciones estrictamente necesarias por las características en el camino real, acordó el día de partida para esa segunda etapa, por las peculiaridades de los lechos de los ríos Cesar y Badillo y previendo obstáculos insalvables hizo situar dos bueyes, mulas, diferenciales y herramientas diversas que Leoncio Yoardo consideró necesarias para vencer los obstáculos naturales de dichos ríos.
LA NOTICIA LLEGÓ A VALLEDUPAR
Saliendo de Villanueva en las primeras horas del día, transitando lentamente con el máximo de precauciones, venciendo obstáculos naturales, logrando con éxito cruzar el río Cesar y Badillo, rápidamente se propagó en Valledupar la noticia de la próxima llegada del general Dangónd y su hijo Silvestre en su automóvil Ford modelo 25 manejado por Leoncio Yoardo. De inmediato se constituyó en Valledupar un comité de recepción que se encargó de contratar los servicios de la única banda de músicos, y de inmediato se ordenó la construcción de dos arcos de laureles en la casa principal (hoy Plaza Alfonso López Pumarejo).
UNIÓN DE ESFUERZOS
Espontáneamente el gran don Eloy Quintero Maestre reclutó en un tiempo record a cincuenta hombres voluntarios y montado él en su caballo dirigió la movilización rápida de ese numeroso personal, por el callejón del camino real entre Valledupar y Guacoche.
La oportuna intervención de don Eloy fue eficaz y decisiva encargándose de organizar sus cuadrilla de relevo que tendrían a su cargo desarrollar al máximo la fuerza humana empujando el automóvil para vencer los obstáculos en los lodazales que existían en un tramo de aproximadamente cuatro mil metros.
Se logró llegar a la margen izquierda del río Guatapurí, último obstáculo natural, la remoción de una cantidad considerable de piedras, en el lecho del río fue solucionada, optando por la rápida consecución de dos vigas de madera que permitieron por turnos, en un tiempo récord, cargar el automóvil y pasarlo a la margen derecha del mismo río.
GRAN ENTUSIASMO EN VALLEDUPAR
La llegada a la plaza principal fue de un entusiasmo desbordante, la banda de música tocaba el Himno Nacional al momento de pasar por debajo de los arcos de laureles, la multitud entusiasmada aclamaba al general Dangónd, el automóvil detenía su marcha ante el Comité de Recepción que esperaba impacientemente en la puerta principal de la casa de don Celso Castro y su señora ‘Anita’ de Castro la llegada del automóvil después de los discursos protocolarios, el general Dangónd cedió su automóvil al doctor Ciro Pupo Martínez, único médico residenciado en Valledupar y a su novia Adelita Maestre, para disfrutar del primer recorrido por las calles de Valledupar.
Durante la permanencia del general Dangónd y su hijo Silvestre en Valledupar se alojaron en casa de la señora Matilde Lechuga, en donde disfrutaron las exquisitas atenciones, así como también la de sus hijos: Leticia, Francisco y Pablo Acuña.
Leticia se encargó de la coordinación perfecta de conceder los turnos rigurosos para la prestación de servicios del automóvil, en la lista interminable de turnos concedidos se limitaron a tres horas máximas por agrupación de “parranderos vallenatos” provisto de: acordeón, caja y guacharaca.
TRES DÍAS DE FIESTAS
Esa fiesta improvisada, por la llegada del primer automóvil, se convirtió en un pequeño carnaval, que duró tres días. Los turnos para servicios de alquiler del automóvil no podían exceder de tres horas por la demanda tan considerable; los pagos se efectuaban anticipadamente a razón de seis pesos la hora. Leticia Acuña de Bolívar es la madre del doctor Miguel Bolívar Acuña, residenciado en Barranquilla.
Veinticuatro horas después de la llegada del general Dangónd a Valledupar se acondicionó un “Autódromo”, utilizando “los tendidos” del sector del camino real entre el Matadero Público, hoy Colegio Nacional Loperena y “Pozo Morito”, por la topografía del terreno, calidad y acabado natural del piso de rodamiento, resultó ser el sitio ideal para desarrollar las velocidades máximas del automóvil Ford, que alcanzaban los cincuenta kilómetros por hora, además fue el sitio preferido por los grupos integrados por parranderos vallenatos, que gozaban con asombro del vértigo de la velocidad. (Esta historia continuará. Espere la segunda parte).
POR SILVESTRE L. DANGOND DAZA/ESPECIAL PARA EL PILÓN