El derribamiento de la estatua de Sebastián de Belalcázar en Cali y la de Gonzalo Jiménez de Quesada en Bogotá, a manos de un grupo de indígenas de la comunidad misak, revivió un conflicto histórico con repercusiones locales, ahora que algunas comunidades indígenas e incluso personalidades de ideología conservadora, entre otros, plantean en Valledupar el retiro del monumento a Hernando de Santana y la reubicación del tractor como exaltación de nuestra vocación agropecuaria.
Manifiestan los protestantes que las estatuas de la colonización española no representan la reivindicación de sus luchas y resistencia, sino que glorifican el asesinato de miles de sus antecesores, sacrificados al paso de los conquistadores. En Bogotá la imagen estaba ubicada en la tradicional plazoleta de la Universidad del Rosario, sus estudiantes y egresados del programa de antropología apoyaron públicamente el hecho.
Los indígenas piden que a las actuales generaciones le enseñen nuestra historia real, independiente a la narrativa colonialista, incluso al margen de algunas leyendas y tradiciones, que dan cuenta de muertos buenos o malos de acuerdo al sesgo de quien en su momento las escribió. Piden un reconocimiento, así sea tardío, de sus víctimas y no de sus victimarios. No hacerlo es como si los cristianos veneráramos a Herodes, Judas o Pilatos, en vez de engrandecer la figura de Jesús, quien entregó su vida para salvarnos por amor.
Los ortodoxos opinan a favor de mantener los íconos de la fratricida aculturización. Argumentos como en cualquier discusión existen y son respetables, aunque lo rescatable de este proceso es que por fin se está escuchando la voz de un pueblo asaltado, así algunos conservadores ignoren los acervos históricos del debate, prefiriendo la equivocada cualidad de creerse españoles o de linaje superior a los aborígenes y negros, que a latigazos y perdigones fueron obligados a anular sus primigenios usos y costumbres.
Estas disonantes voces confirman un axioma, hoy más vigente que nunca, ahora cuando los teléfonos inteligentes y las redes sociales permiten conocer en tiempo real y sin editar, los hechos y opiniones que ayudan a construir el contexto integral de cualquier situación, independiente a la manipulación mediática tradicional. “La historia la escriben los vencedores, pero el tiempo da voz a los vencidos”.
Afortunadamente las premisas no solo se están cumpliendo en las comunidades indígenas, sino también en la adoctrinada sociedad civil, que apenas comienza a despertar del embotamiento político que disculpa la falta de oportunidades, la corrupción e insensibilidad social, causantes de las sobresalientes desigualdades que nos ubican como el país más inequitativo de Suramérica, pero en cambio sí sataniza y pide ejemplares castigos para las consecuencias violentas de la desesperanza.
Mientras tanto el Canal RCN, en sus horarios ampliados, insiste en ambientar la represión de la protesta social utilizando los proyectiles del Estado. Al tiempo que líderes derechistas exigen al presidente instrucciones precisas al Ejército y Policía para imponer el orden público. Sería importante saber cuáles son las orientaciones que no están expresas en los protocolos de la fuerza pública. Todo en un gran concierto ideado por ídolos de barro que encuentran en la promoción de la violencia y el miedo su única estrategia de supervivencia política.
Nuestro país es otro, las transformaciones no se harán esperar, solo necesitamos quitarnos la visera y contemplar alternativas de bienestar, sin la violencia o la corrupción que en vez de adeptos consigue cómplices, para que por fin alcancemos el desarrollo integral del ser humano que algunos sacrificaron en beneficio propio. Solo así curaremos los resentimientos y pasarán a segundo plano las discusiones, sobre si el tractor reemplaza a Hernando de Santana o no. Un abrazo.
@antoniomariaA