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La historia en cámara lenta

En la escuela primaria y bachillerato se nos enseñó la historia de Colombia en forma rudimentaria y lo fue a grandes y a veces acomodados rasgos, pasando  rápidamente  por encima de ella y con esos conocimientos nos quedamos sin cuestionar ni profundizar. Por eso hablamos que el grito de la independencia “nacional” se dio en Santa Fe de Bogotá el 20 de julio de 1810, pero se omite evidenciar que Colombia como tal no existía y esas provincias y ciudades ya existentes coexistían autónomas y la jerarquización la establecía la misma corona española y que además fueron diferentes las actitudes de muchas de ellas frente al fenómeno independentista. Algunas fueron realistas, entre las que cito a Pasto, que solo pudo ser sometida por el ejército libertador a sangre y fuego, para no mencionar algunas atrocidades que se ejecutaron, por lo que en esa ciudad no aman a Bolívar y me dicen que estatuas de él allí no existen.   En Santa Marta y Popayán tampoco adhirieron a lo de 1810.  Eso no fue un castillo de naipes.

Por lo menos yo nunca hice cuentas, hasta ahora, que entre 1492, año del bautizado descubrimiento con arribo a Guanahaní y 1525, en el que se fundó a Santa Marta, trascurrieron 33 años y 46 años para fundar a la hoy Bogotá en 1538, Cartagena lo fue en 1532, Las velocidades de hoy no existían, todo era a pie, a caballo o por los ríos. 

De la Real Audiencia que se creó en Bogotá en 1547 pasaron a depender Cartagena, Santa Marta Popayán y el Nuevo Reino de Granada que incluía a Bogotá. 

Y a los trancazos nos dijeron que el descubrimiento fue en 1492 y el “grito” se dio en 1810 con lo cual crearon un nexo intemporal, pero la verdad es que pasaron 318 años. Todavía hoy apenas estamos celebrando un poco más que el bicentenario del rompimiento con la madre España. Los hechos no sucedieron tan rápido y homogéneos como en la película de Henao y Arrubla.

Solo hasta 1739 se estableció el virreinato de la Nueva Granada. A partir de ese momento la corona monopolizó la producción de aguardientes, lo que hoy subsiste en cabeza de las industrias licoreras departamentales. Al principio funcionaron las destilerías oficiales de Honda, Cali, Medellín, Zipaquirá y Corozal. De esta última se dice que en las sabanas de su vecindad se destruyeron 65 alambiques caseros. A los dueños se les llamó “bichingueros”.

Y por encima nos señalaron que nos ayudaron los legionarios ingleses y los franceses, pero nunca se cuantificó y al parecer a estas tierras llegaron al menos 3.000 de ellos.

Tampoco nos participaron que la famosa Batalla de Boyacá del 7 de agosto apenas demoró 2 horas entre las 2 p. m. y 4 p. m. y murieron allí 13 patriotas y 100 realistas. En la batalla participaron aproximadamente 6.000 hombres. No me queda claro sino el resultado. Voy a investigar. 

Hay que darle un valor, que a mí me parece positivo, a la forma en cómo la corona española condujo los asuntos de estas nuevas tierras y tratar de entender si la tal revolución no terminó siendo apenas una suplantación de las autoridades peninsulares y así poder ordeñar cómodamente la vaquita sin superioridad alguna. 

Hay que tratar de construir una teoría sobre cuál hubiera sido nuestro destino si todavía perteneciéramos al imperio español. Es un simple ejercicio. 

Los Estados Unidos de América antes que individualizar y fragmentar, agregaron a su nación los territorios que de una u otra manera raparon o compraron a España y a Francia. Ellos sumaron, nosotros restamos. El resultado se encuentra a la vista. 

Por: Jaime García Chadid.

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