POR PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO /ESPECIAL PARA EL PILÓN
Fausto, casado y sin hijos había tenido limitaciones para engendrar uno; no por culpa suya sino por una endometriosis de su esposa, quien pese a los esfuerzos millonarios por conseguir que especialistas de alta generación lograran fecundar el ovulo del ser más anhelado.
Fueron muchos años de impaciencia y de desdén; a pesar de quererse necesitaban el consuelo de unos chiquitines a quienes brindarle abrigo y ternura.
La pareja había sido afortunada; a pesar de haber nacido en cunas de oro su esmero por superarse había sido el eje para quintuplicar su patrimonio. Ya maduros y debido a los esfuerzos fallidos de tener un hijo acordaron de que ella liberaría a su esposo para que este en absoluta libertad saliera en busca de una mujer, quien no solamente le brindara cariño, sino que le regalará un hijo.
LA BÚSQUEDA DE SU HIJO
El hombre sin mayor resistencia acepta la propuesta y convertido en Don Juan emprende el camino en aras de conseguir y conquistar a quien le pudiera dar un heredero.
En un bar conoce a Valentina mujer alta, delgada y esbelta, de cabello corto y oscuro, ojos color café y quien en su andar llamaba a primera vista la atención de quienes, sin buscar, encontraban a su paso un tesoro.
Ella, de 20 años, no le disgustó el encuentro casual que tuvo con Fausto, quien a pesar de triplicarle en edad era un hombre cortes y elegante. Valentina se dejó llevar aceptándole varias copas, luego muy decentemente la invito a bailar; momento en el que aprovecho para acercársele tímidamente a su frágil cuerpo; el cual sujeto fuertemente por la cintura.
Valentina vestía un corto y fino vestido negro en lentejuelas ajustado a su cuerpo, el cual permitía observar su bella silueta. Bailaron toda la noche; finalmente con el calor de unas copas Fausto la invito a uno de sus apartamentos; al despertar ella avergonzada por haber amanecido fuera de casa, fugazmente se marchó; de su parte él, a pesar de la autorización de su esposa, mantenía un sentimiento de culpabilidad. Tanto que decidió no tomar más contacto con la fugaz mujer.
VOLVIÓ LA POSIBLE MADRE
Ella apareció solo a los tres meses al notar que tenía un atraso y se encontraba en cinta. Él le confesó lo sucedido a su esposa quien le aconsejó que le diera frente a la situación. Solicitó a ella un encuentro formal con sus padres. Al llegar les explica la situación y les propone: “si es uno tendrá desde ya asegurado su futuro, si son dos igual; doblegaría el esfuerzo económico.
Pero si el esfuerzo es fallido, es decir si Valentina pierde el niño no nos volveríamos a frecuentar”, agregaba Fausto, quien tenía sentimientos encontrados por haberle sido infiel a su amada esposa.
Don Augusto, el padre de Valentina, toma el uso de la palabra para decir: “No señor … Ningún esfuerzo debe ser en vano si mi hija pierde el niño la volvei a preñá…”