No es fácil desde una perspectiva tan local hacer comentarios acertados sobre un problema tan complejo y grave que a ojos del Secretario de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, Antonio Guterres, al hacer un llamado a Rusia a parar la agresión a Ucrania, puede ser potencialmente el más grave conflicto bélico en Europa, y, por supuesto, con consecuencias en todo el orbe.
Desde nuestra localidad solo hacer fuerza y esperanza y hacer las oraciones, llamados y reflexiones para que la cordura y la responsabilidad de las grandes naciones y sus dirigentes, en especial la lejana Rusia, encuentre la cordura y la responsabilidad con la humanidad. El dialogo es el camino, no nos hemos cansado de decirlo, y la búsqueda de la paz ha sido norte y parte de la política editorial de este diario y sus publicaciones, por imperfecta o parcial que sea.
La mayor pérdida para el ser humano es la guerra, es afectar la vida, generar el desplazamiento, la dejación de bienes y la angustia de las familias. Bastantes padecimientos hemos tenido los colombianos en una guerra ‘interna, prolongada y de baja intensidad’. No comparable al despliegue masivo, intenso y rápido de una guerra convencional entre ejércitos o naciones.
Los historiadores están abundando en hechos que explican la actual coyuntura, y nos abstendremos de abordarlos porque, con humildad, de conformidad también con las políticas editoriales aprobadas, somos un medio que no cubre la política internacional. Lo que no obsta para identificar que no nos podemos aislar de una situación que nos puede afectar en todos los órdenes.
De hecho la posible limitación de suministro de gas ruso a Europa dispararía los precios de energéticos como los carbones de nuestra región. O la de fertilizantes, cuyos principales productores son Rusia y Ucrania, claves para la agricultura, reduciría la producción y encarecería aún más los alimentos.
Unas citas en estos días de enfermo nacionalismo: “el patriotismo es un sentimiento tan fuerte como la fe. El amor a la patria (o al país) es como el amor a Dios. (…) León Tolstoi decía que se trataba de algo estúpido e inmoral: estúpido porque cree que cada patriota cree que su país es el mejor, sin saber que solo uno podría tener tal calificativo, e inmoral porque conduce a la guerra, lo cual contradice el principio básico de la moral que ordena no hacer a los demás aquello que los demás no deberían hacer con nosotros (…) Montesquieu, por su parte, consideraba que si algo era útil para su patria (Francia) pero perjudicial para la humanidad, él lo consideraba un crimen (…) el apego que tenemos por el sitio donde nacemos y crecemos es algo natural …pero quién define las fronteras de esos afectos? ¿Dónde empiezan los otros?
¿En la aldea, en el municipio, en la región, en el país o en el continente? ¿Quién dijo que el factor clave para definir esa identidad tiene que ser el país? (…) Dividir el planeta de esta manera es tan arbitrario como dividirlo en, digamos, continentes, municipios, lenguas, hemisferios, razas, biodiversidad o climas”.
Así escribe Mauricio García Villegas en su libro ‘El país de las emociones tristes’, y sentencia: “El amor a la patria no es de la misma naturaleza que el amor a la madre”.