La Guajira, ese paraíso que guarda numerosos recursos naturales, tiene la tasa de pobreza más alta, según estadísticas, más del 64.3% de la población vive en pobreza, frente a un promedio nacional del 37.2%, da dolor con tantas necesidades insatisfechas, el panorama es desolador: niños siguen muriendo por desnutrición, sus habitantes viven sin agua potable, liderazgo en analfabetismo, reinan el contrabando y la ilegalidad, la inversión no se nota por ningún lado. La corrupción es un cáncer que corroe al departamento, las elecciones se han convertido en una feria de recursos para elegir al mejor postor; acciones de intimidación y violencia se ciernen sobre sus municipios, en los que se agreden por política, en claros actos de ignorancia e intolerancia.
En Barrancas y en Villanueva, se presentaron atentados contra las casas de candidatos a la alcaldía y no pasó nada, Juan Carlos Soto y Javier Socarrás, que por cierto, luego de estar inmerso en muchos escándalos en Bogotá, regresa a querer elegirse. En Maicao, el alcalde Eurípides Pulido fue asegurado en su casa por múltiples delitos. En Hatonuevo, Reinel Palmesano, es sindicado por las autoridades, junto a otros familiares, también por varios delitos.
Cielo Redondo y ‘El Negro’ Gómez, exalcaldes de Uribia, huyendo por la alta Guajira, después de desfalcar al municipio, claro está, que Cielo, antes de partir, dejó a su hijo, ‘El Negrito’ Solano aspirando a la alcaldía, lo más triste, es que la gente les vota, tienen a los paisanos wayúus prácticamente de esclavos, los llevan de la mano al cubículo y hasta les marcan el tarjetón. También hay funcionarios de la Registraduría de Maicao y Albania, asegurados por corrupción; contratistas de alimentación escolar, huyendo; fiscales y jueces, en la misma condición; alcaldes salientes, con gestiones que dan pena e investigaciones en curso, como la alcaldesa de Villanueva, Claudia Gómez, más de uno estará en problemas. Al parecer, la ambición puede más que todo, en La Guajira, no hay Dios ni ley.
Los políticos siguen sin darse cuenta de que ahora la región está en la mira de las autoridades nacionales, porque las locales están, casi en su totalidad, permeadas por el flagelo de la corrupción, pero siguen robando y arriesgándose, existe una cultura: El que pueda y tenga acceso a algún cargo del estado, tiene que robar; la política es la misma, no hay nuevos grupos políticos, no hay juventud que asuma el reto de hacer algo diferente y enfrentarse a esas familias que se han apoderado de todo, ya lo habían anticipado grandes compositores como Hernando Marín y Alberto “Beto” Murgas. Prácticamente todo está decidido, cuando salga esta columna, Oneida Pinto será la nueva gobernadora ¿Qué viene? ¿Más de lo mismo?
La degradación moral, aparte del daño político y económico es de tal calibre que La Guajira necesita urgentemente una resocialización, que parta de un ambicioso programa de cultura ciudadana en las nuevas generaciones, más un reforzamiento de las autoridades policivas y de control, para frenar lo que ya se volvió un tsunami, sólo así, se romperá la actual situación, ese adormecimiento intelectual que oprime a La Guajira. Muchos dicen que es una persecución, que en Bogotá también roban, si allá lo hacen ¿por qué aquí no? Un pobre argumento, tan carente como quien lo esgrime. Hay que abordar el problema de frente porque, los nuevos mandatarios van en las mismas.