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La Guajira también es Macondo

No me da pena decirlo ni avergüenza escribirlo: no doy un grano de arroz ni un chavo de limosna para mitigar el hambre y la sed de los guajiros, mis hermanos y paisanos, por considerar que es indigno y ofensivo y es aceptar el triunfo de la corrupción que por parte de la clase dirigente, principalmente política que hoy ostentan inmensas fortunas con la cual compran a todos los estamentos sociales.

Me considero un hombre generoso, a veces en extremo que ha regalado mucho, que me duele el mal ajeno y me inclino ante la desgracia cuando ella es producida por fenómenos naturales, pero no cuando es el producto de latrocinios y vagabunderías como todos los días vemos que sucede en La Guajira, sin que hasta este momento hayan responsables, apenas sospechosos en manos de una justicia paquidérmica que adelantará “exhaustivas investigaciones”, ojalá con resultados positivos.

Esto de la Guajira es tan viejo como aquello que sabemos y que hacían nuestros abuelos en los patios y sería bueno que se auscultara más a fondo para que vean miseria y calamidades, constatando como viven los indios de la tercera edad, llenos de pobreza y enfermedades que diezman su existencia como la tuberculosis y me imagino ahora con el Zika y sus derivados; los niños no solo se mueren de hambre y sed sino de sarampión, viruela y enfermedades gastrointestinales, es aterrador ver a las indias casi niñas, parir en un chinchorro o en el suelo y que se determinen la mortalidad de los recién nacidos; que vayan el ICBF y todos los entes de esta rama y entren a las rancherías para que salgan horrorizados ante los cuadros dantescos que ahí se encuentran.

Por eso no me da pena ni me avergüenza pensar que un departamento tan rico como La Guajira, que le ha entrado tanto dinero y que debería estar como una tacita de plata, los indios se mueran de hambre y de sed ante la mirada impávida del gobierno, llámese central, departamental o municipal, se debería adelantar un proyecto de vivienda para darles una habitación diferente, porque ellos no viven en esos ranchos miserables por gusto, sino porque no tienen como hacer otra clase de vivienda.

Por qué no piensan en darle ese pingue negocio de los alimentos, en manos de los políticos que pagan altas coimas a la comunidad franciscana, esa que hace casi un siglo o más vino de Italia para atender a la etnia guajira con óptimos resultados y de la mano de ellos, los franciscanos construir megacolegios con internados, tal como hicieron en Nazaret y en Riohacha con la Divina Pastora, el claustro educativo más emblemático de La Guajira, donde tuve la fortuna de terminar mi bachillerato y se acaben los cuadros infernales de niños pipones, llenos de parásitos y famélicos y sin esperanzas de llegar algún día a ser alguien en la vida. Aquí en el Cesar, el departamento lo hizo con la Curia y los resultados han sido exitosos, no así cuando estos contratos alimenticios se encuentran en manos de particulares.

Qué se hacen los cientos de billones que se extraen de las entrañas de la península, que todavía no haya vías pavimentadas al Cabo de la Vela o Nazaret, dos de los sitios más bellos del mundo, adornados con sus indios, vendiendo artesanías o cambiándolas por agua e y hielo como decía Chuito en Villanueva.

Parece mentira, pero La Guajira también es Macondo.

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Jose_Aponte_Martinez: