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La Guajira se muere de sed. Columna Por Óscar Ariza

Por Óscar Ariza 

Uno regresa a San Juan del Cesar y se encuentra con el eterno problema de la carencia del servicio de agua potable, que es la misma dificultad que padecen Villanueva, Fonseca, Barrancas, Maicao, Riohacha y el resto de los 15 municipios guajiros que padecen de sed sin que a nadie parezca importarle. 

Servicios públicos como el agua potable, alcantarillado y recolección de basuras fueron preocupación de los gobiernos responsables mucho antes de que acabara el siglo XIX, sin embargo, La Guajira presenta un rezago de casi dos siglos, a través de los cuales la clase política ha desgastado la confianza de la gente, porque el problema del agua lo han vuelto tema electoral, para luego pasarlo al olvido, como si los guajiros no mereciéramos otro destino diferente al de morirnos de sed con el agua frente a nuestros ojos.

Y si la tierra tiene sed, los hombres también están desiertos, especialmente los de la clase política guajira que no han sido capaces de llamar la atención del gobierno nacional para que asuma el deber de garantizar el derecho constitucional al agua potable, pues resulta inadmisible que se haya hecho una inversión de millones de dólares para la construcción de la represa del Ranchería que podría estar solucionando el problema de la carencia de agua en los hogares y de la tierra que la necesita para mejorar la productividad de los cultivos, pero que hasta el día de hoy, pese a haberse terminado su construcción, aún no entra en funcionamiento.

Es humillante tener que ver tanta agua represada en un proyecto tan costoso, mientras los pueblos se mueren de sed, por no poder beneficiarse de ella, pues cuando se anunció la construcción de la represa, también se dijo que traería beneficios al pueblo guajiro, que tantas décadas ha esperado que le garanticen sus derechos, pero como siempre, todo se queda en el terreno de los aplazamientos y las mentiras oficiales.

Han pasado los años y la represa sigue allí como un monumento al irrespeto, a la indiferencia y al despilfarro de dinero, saciando la sed del ojo de aquellos que se maravillan del desafío de la ingeniería que logró acumular entre montañas, millones de metros cúbicos de agua que ofrecen un bello espectáculo a quienes van a conocerla, mientras la sed de la gente y de la tierra cada día crece inversamente proporcional a la esperanza de un pueblo que tiene derecho a vivir dignamente con agua potable y con oportunidades de vida representadas en el cultivo de la tierra, para no seguir sintiendo esa frustración de ser útiles para entregar a Colombia, sal, gas, carbón, pero inútiles en el deseo de reclamar una vida mejor como contraprestación a las riquezas que aportamos al país y que por derecho constitucional merecemos.

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