En días pasados estuve viajando por algunos lugares de La Guajira con miembros de mi familia, acompañados magnánimamente por la que conforman mis distinguidos amigos Luis Fernando Burbano Bedoya y su señora Flor Ibarra Mejía de Burbano. Por ellos y otros contertulios, fuimos informados de variados aspectos sociológicos y económicos, a petición mía, especialmente, de la etnia wayuu. Antes de hacer unas breves anotaciones al respecto, expreso lo siguiente:
Hacía muchos años no visitaba a La Guajira, y seguramente por eso, como tantas otras personas, con el mismo parecer equivocado, pensaba que Riohacha seguía siendo un pequeño poblado a orillas del mar. Pues hoy día no es así. Es, por el contrario, una ciudad que a la vista luce con desarrollo moderno, en todos los aspectos, tanto respecto de la vida privada como de la pública. Por ejemplo, su extensión territorial urbana se ha multiplicado por varias veces, con construcciones muy modernas por cuanto hace a habitaciones residenciales, conjuntos cerrados lujosos en sus diferentes puntos cardinales, pero también en cuanto hace a las variadas edificaciones comerciales y consiguientes avenidas vehiculares de doble calzada con direcciones en ambos sentidos.
CAPACIDAD HOTELERA
Su buena capacidad hotelera va en aumento, aupada por la creciente demanda turística, nacional e internacional. Pero a Riohacha le está haciendo falta con urgencia una marina turística. Cuenta con la Universidad de La Guajira, El Sena y colegios en todos los niveles, bien calificados, entre
estos uno trilingue, Trinity Bilingual School. Con varios bancos comerciales bien posesionados.
El gobierno nacional y seguramente el departamental siempre han estado en mora de proveer a La Guajira de buenas carreteras, esta es una falla grave, sólo se puede llamar como tal La Troncal del Caribe cuya magnífica estructura se mantiene tan fuerte como los viejos longevos. También esas mismas instituciones y los municipios les deben a sus poblaciones mejores acueductos y alcantarillado y resueltas sus necesidades básicas.
HAY QUE EXIGIR
El erguido pueblo guajiro está en mora de exigir con dignidad, conciencia y vehemencia el rescate de la Represa del Río Ranchería, que costó tanto dinero y que está tirada a la deriva como inútil mueble viejo. Y no es así, ella la necesitan los acueductos de algunos municipios y diez y ocho mil hectáreas de tierra para una producción alimentaria redentora para La Guajira y mucho más.
SUS PLAYAS
Próximas a Riohacha, se encuentran playas y sitios recreacionales típicos y gratos. Y rancherías donde viven acogedores líderes tradicionales, con sus familias, población acompañante, y un territorio para explotación agropecuaria. Tuve el placer de haber sido invitado a un desayuno guajiro, abundoso, por parte de un propietario de una de ellas, próxima al poblado Aremasain, mi pariente Calmides Barros Pulido, en compañía de su familia, la de mis anfitriones nombrados arriba, por el magnífico ex alcalde de Manaure, Guajira; líder político del partido conservador,
Aldemar Ibarra Mejía, y otros distinguidos amigos.
Y es que he decir que en La Guajira también me encuentro a mis anchas, pues hacia la segunda mitad del siglo XVlll, mis antepasados, tres hermanos portugueses de apellido Barros, Rafael, Manuel y Miguel, desembarcaron en las playas donde solamente había unas cuatro casas premonitorias de la hoy próspera población de Camarones, que tuve el gusto de volver a visitar en esta ocasión. Ellos viajaron por toda la península, se ayuntaron con nativas en la Alta, Media y Baja Guajira, y en algunos otros lunares del país. Se hicieron comerciantes, líderes cívicos y políticos.
El gobernador del Magdalena Grande, en 1911 se llamaba José Barros, oriundo de la población de San Juan del César. Como también el gran compositor de música folclórica, José Barros, de familia asentada en la población de El Banco.
Pasamos próximos a Monguí, tierra de especial afecto, de Amylkar Acosta Medina, actual excelente Director de la RAP Caribe, — y ojalá más temprano que tarde de la, Región Entidad Territorial ( RET)—, y compramos y degustamos el connotado dulce de Icaco. Otra población que visitamos con especial interés, la capital salinera de Colombia, Manaure, pujante y creciente, cuya situación geológica hace que por la calidad de sus aguas y la incidencia particular de los rayos del sol allí, permiten el cultivo de la mejor sal del país. Allá deberían estar funcionando los molinos de sal, que, sin embargo, se encuentran en Uribia.
Ya no me restan sino pocos caracteres para colmar esta columna. Y no he abordado la cuestión, Indígena, que es de máxima importancia. Sólo, pues, puedo decir lo siguiente. Hay necesidad urgente de alfabetizarla hacia una laboriosidad eficiente en campos como el de la industria turística y en el de la pesca marina, por qué no a grande escala. Y también podrían ser diestros en el cabotaje marino. Por otra parte, hay necesidad humanitaria, de liberar a esa población indigna de oficios marginales, y del comportamiento pedigüeño que ejercen niños y jóvenes de ambos sexos, que observé se lanzan a detener los carros que transitan con turistas hacía El Cabo de La Vela, buscando satisfacer algunas necesidades básicas. En este bello paraje se encuentra ubicado el maravilloso balneario natural, El Pilón de Azúcar, esperando a más turistas. Desde la tierra seca de mi querida.
POR RODRIGO LÓPEZ BARROS/ ESPECIAL PARA EL PILÓN