Desde el Cesar le decimos feliz día a nuestro hermano departamento de La Guajira que cumple hoy 50 años. Hermanos por el mismo tronco, ambos derivados del viejo Magdalena, por el entrecruzamiento de familias, por la música, la cultura, independientemente del ser vecinos geográficos. Familias guajiras, de la vieja provincia de Valledupar principalmente, décadas atrás viven en Valledupar, y han desarrollado negocios, oficios que se han extendido a lo largo del Cesar. Poblaciones como Becerril del Campo para mencionar solo una se hicieron gracias al coraje de esas familias. Otras dedicadas a importantes profesiones se han desplegado con decoro y honestidad. Algunos en el ejercicio de la actividad pública, importantes gobernadores del Cesar nacieron en el hermano departamento.
Las más representativas dinastías de la música vallenata vinieron por el mismo camino. Tanto que Escalona, que igual que cantaba a ‘La Maye’ en Valledupar, lo hacía con ‘La Molinera’, Carmen Gomez en Fonseca, la lengua sanjuanera, el villanuevero, Urumita. Se refería él a nuestra música como el vallenato-guajiro.
De esos 50 años, 30 han estado cifrados en la económica del carbón, que le dio a La Guajira el Cerrejón.
Aunque hay otros renglones como el comercio, ciertos de que es frontera con Venezuela, otros recursos naturales como la sal o el gas, – y el uso de la energía de los vientos que hacen las Empresas Públicas de Medellín, el arroz de Fonseca y hasta el banano en la zona de Palomino, ninguno lo ha marcado como generador de empleo, servicios y regalías.
Esas minas que descubrió el ingeniero John May en mayo de 1865, en el ‘Valle-Dupar’, cuyo acontecimiento recordamos hoy, – en investigación de Juan Carlos Quintero- han generado millonarios recursos para sus municipios. Se han hecho grandes inversiones por las alcaldías y la gobernación y se pueden observar al recorrer sus poblados. Pero no han sido suficientes. Amylkar Acosta, en esta edición, quien se queda quizá corto en estimar las regalías recibidas en ese largo periodo, manifiesta, valiéndose de opinión del economista Adolfo Meisel, que de tal magnitud era el retraso.
¿Qué hubiera sido, entonces, de La Guajira sin el Cerrejón?
Al tiempo se reconoce que ha habido un uso no adecuado de los ingentes recursos. Es sorprendente que La Guajira se aproxime al Chocó en sus indicadores de pobreza, que pulule la informalidad (“eso del IVA no pegó por aquí”, se dice jocosamente en cualquier rancho), y en medio de ello campea la inversión de valores y se lacera la sana condición del guajiro.
Es un desafío y un llamado a su clase dirigente. A esos profesionales de la generación del carbón que deben retornar al terruño o no salir de él, a edificar, junto con la Nación, un departamento rico habitado con gente que tenga bienestar, ingresos y educación. Para que continúe dándole sueños, magia, energía al mundo y al país. Mientras tanto, guajiros, hermanos, feliz aniversario.