OI Zuluaga ha puesto en espera su precandidatura. El suyo es un gesto generoso y responsable que merece ser aplaudido. Su salida deja abierto el panorama de las candidaturas. Sin embargo, creo que no es el momento de concentrarse en el nombre del posible candidato.
Primero porque es prematuro y riesgoso. Con Santos afloró una judicialización muy peligrosa de la política, donde se instrumentaliza el sistema judicial para atacar a los contradictores.
Después, porque hay tres tareas que son más urgentes e importantes en este momento y las precandidaturas nos distraen. Una, construir la gran alianza que permita ganar la Presidencia en el 2018. Ese triunfo debe ser el gran objetivo porque ahí nos jugamos el futuro de la patria y el de nuestros hijos. Y no podremos ganar sino con esa coalición.
Esa alianza, que he llamado frente republicano, debe tener como base los partidos, movimientos y grupos que conformaron la Coalición del No, pero ampliándose a muchos que votaron sí pero que están inconformes con este desastre de gobierno y a los millones que se abstuvieron y a quienes hay que ofrecer esperanza y un futuro.
La segunda labor es la construcción de una plataforma de gobierno que permita al nuevo gobierno entrar de inmediato a hacer los cambios políticos, institucionales y normativos que son indispensables para retomar el rumbo de inversión, generar riqueza, y recuperar la seguridad que se perdió durante Santos. Esa plataforma no puede centrarse solo en los desastres del acuerdo remendado con las Farc. Debe atacar los cuatro enemigos: narcotráfico, violencia e inseguridad, pobreza y corrupción. Y construirse sobre cinco pilares que brinden esperanza a los ciudadanos: la defensa y la recuperación de la Constitución y la democracia representativa; la construcción de un país donde todos sean propietarios y eliminemos la pobreza; la recuperación de la ética y los valores de la familia; la lucha contra la corrupción; y la protección del medio ambiente para que el desarrollo sea sustentable. La educación, la salud pública, la infraestructura y la vivienda, la ciencia y la tecnología, las comunicaciones, deberían estructurarse alrededor de esos pilares.
Por último, es indispensable construir estructuras de partido. El Centro Democrático es un partido jovencísimo, de apenas tres años. Necesita organización regional y local, grupos de pensamiento programático, identificación de líderes a lo largo y ancho del país y de posibles candidatos para concejos, asambleas y Congreso. El CD debe saltar a por lo menos 30 senadores y 40 representantes y ser el partido con mayor representación en el parlamento. Y los partidos y movimientos que formen la alianza deben obtener los congresistas que falten para conseguir las mayorías que son indispensables para asegurar la gobernabilidad y el gran cambio.