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La gloria oculta

“Los que miraron a él fueron alumbrados y sus rostros no fueron avergonzados” (Salmos 34,5).

En el desenlace de la historia de la Cenicienta, después de que todas las hijas procuran calzar el zapato, el hijo del rey pregunta si acaso hay otra mujer en casa. “Hay una sirvienta en la cocina, pero ella no puede ser la novia, además está muy sucia para venir”, ante la insistencia del príncipe la trajeron y se midió el zapato dorado que le calzó perfectamente bien. Cuando ella se levantó, el príncipe la reconoció como la preciosa doncella que había bailado con él y exclamó: ¡Esta es la verdadera novia!

Me gusta esta historia porque deja expuesta la gloria oculta dentro del personaje de la Cenicienta. Finalmente, pudo mostrarse con todo el esplendor de su encanto. Fue objeto de burlas, odio, abuso, mofa y desprecio; pero, fue la única que pudo calzar el zapato. Ella era la que el príncipe amaba, la verdadera novia. 

Sí, nosotros, la iglesia universal, rescatada y comprada por el cordero, somos la novia del hijo del rey. Me encanta que, el hijo del rey insistiera en que la trajeran de su escondite, aunque la familia quería mantenerla escondida en el sótano, él no lo permitió e hizo que su verdadera luz resplandeciera. Es posible que, tambien nos sintamos rechazados y no merecedores y que las circunstancias de la vida nos hayan cercado de tal modo que nos ha robado el sentido de identidad y de valoración; pero, hoy Cristo Jesús nos invita a salir de las sombras para manifestar su gloria en medio de los hombres.  

La Biblia relata casos en los que los personajes son expuestos a la luz para que brillen. Los hermanos vendieron a José para ser esclavo; ahora están de pie, llenos de temor ante un poderoso jefe egipcio, quien los acusa de robo. El clímax de la historia es cuando José con llanto les revela su verdadera identidad: Yo soy José. ¿Vive aún mi padre? Este es en realidad quien soy. Vayan y cuéntele a mi padre sobre mi gloria. Apúrense y me lo traen. 

El mismo Pedro, quien negó a Cristo tres veces en su hora de necesidad, se revela como un gigante de la fe y en su primer sermón el día de pentecostés se agregan tres mil personas a la iglesia. 

Caros amigos: fuimos creados para reflejar la gloria de Dios, nacimos para llevar su imagen y él nos rescató para volver a irradiar el brillo de su amor. Eso implica que dejemos de vivir quejándonos en el sótano de las circunstancias, aplastados por la vergüenza y el peso de la incertidumbre, ocultándonos debajo de la mesa. Nuestro destino es recuperar la gloria de Dios y reflejar su luz. 

Cuando en la creación, Dios hizo los cielos y la tierra, el desierto y el mar, las praderas y la vía láctea, vio que todo lo que había hecho era bueno. Pero, fue después que hizo al hombre que vio Dios que todo cuanto había hecho era bueno en gran manera. Pensemos en esto: la gloria que Dios puso sobre nosotros, la gloria de Dios que reposa sobre cada uno, es tan profunda y misteriosa que toda la creación se opaca en comparación a ella. 

Hoy les invito a vivir conforme con esa realidad para que seamos lo que Dios quiso que fuéramos. Es emocionante reflejar la gloria de Dios. ¡Es un riesgo que vale la pena tomar! Abrazos y bendiciones.    

POR: VALERIO MEJÍA.

Categories: Columnista
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