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La gloria del maestro

Llevo casi 15 años de ser docente de la Escuela Superior de Administración Pública –ESAP- aquí en Valledupar y en algunas ciudades de la costa Caribe y creo que nunca había sentido tanto jubilo como el que he sentido en esta ocasión al ver que en el escenario político se encuentran varios jóvenes que fueron mis estudiantes y que hoy son profesionales en administración pública, haciendo campañas proselitistas para llegar al primer cargo de sus municipios.

Tal es el caso de Danilo Duque y Juan Francisco Villazón en el municipio de Pueblo Bello; Ovelio Jiménez en el municipio de La Jagua de Ibirico y Jaime González en Valledupar. De todos ellos puedo dar fe que tienen muy claro el pensamiento de lo público y que de ser elegidos también saben que un buen gobierno es aquel que responde a los auténticos intereses de la ciudadanía, que un buen gobierno exige la participación de la gente, rendirle buenas cuentas a sus comunidades y el respeto de la ley; pero también saben que la ausencia de transparencia y su corolario inmediato, la corrupción, es uno de los fenómenos más críticos que inciden contra la existencia de un buen gobierno; de igual manera saben sobre las consecuencias que pueden traer los desaciertos al apartarse de estos principios y los reproches de la sociedad y los órganos de control al juzgar los mismos; claro está y vale la pena advertirlo, la eficiencia y mejora en la administración pública no es exclusivamente un proceso que se pueda acometer desde una perspectiva académica, pues las fallas en la administración pública y que siempre van existir, no se pueden explicar exclusivamente como consecuencia de un proceso de formación académica, puesto que buena parte de los problemas que se presentan en el sector público colombiano radican fundamentalmente en el mal diseño de las instituciones y la politización del aparato estatal en general, sumado a la crisis de los valores morales.

De todas maneras, independientemente de este panorama, se trata de unos candidatos formados en administración pública, capaces, serios, comprometidos, que ya han estado vinculados al sector público, de ahí que sus comunidades esperan mucho de ellos, lo que significa que tengan un gran reto con sus municipios, con la sociedad y con el estamento universitario que los formó como profesionales.

Dije al principio que era un júbilo porque tal vez es la grata respuesta de la vida por un apostolado que va marcando huellas, luego de haber sembrado esa semilla de conocimiento en aquellos jóvenes que hoy son excelentes profesionales y que pueden mostrar sus hojas de vidas con el gran orgullo de ser esapistas. Solo me resta desearles éxitos en sus cometidos, pero al tiempo recordarles la conocida sentencia de Santo Tomás de Aquino, según la cual: “La gloria del maestro es la vida honesta de sus discípulos”.

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Carlos Guillermo Ramirez: