Por Eloy Gutiérrez
“El ser humano sufre más por lo que se imagina que por lo que realmente le sucede”; esta frase recoge en gran medida la explicación psicológica de la reacción que podemos tener en la mayoría de las ocasiones en razón a lo que supuestamente nos hacen los demás, o también por anticiparnos a desgracias que nunca suceden pero que nos generan angustias innecesarias; en ese mismo sentido, es común escuchar a muchos decir “Fulano (a) me hirió”, “zutano (a)” me hizo daño”, “mengano habla de mi” y toda una suerte de supuestos sufrimientos que le terminamos achacando a otros cuando finalmente ese fulano (a) puede estar a kilómetros de nosotros, sin embargo le concedemos el poder que nos afecte ¿por qué pasa esto?
Para entender lo anterior, es importante destacar que cada ser humano crece y se forma con una escala de valores y en una cultura que termina haciendo parte de los insumos con los que vivirá, y es oportuno recalcar que esta estructura es única en cada persona y con base en ello reaccionará frente a cada situación o adoptará comportamientos dependiendo de los escenarios, de hecho los neurocientíficos han llegado a comparar estos factores con la programación de los ordenadores puesto que ante cualquier situación particular el cerebro acude a una zona específica donde almacenó dichos códigos (subconsciente) y a partir de ello opera; por ende, esta es la razón por la cual todos somos diferentes y esa diferencia si no se sabe gestionar es lo que termina generando los conflictos puesto que el ser humano juzga desde su propio prisma y antepone lo que conocemos como expectativas que no es otra cosa que anticiparnos al resultado de una situación bajo nuestros propios insumos, y casi siempre esperamos que sean afines a nuestro gusto o a nuestro bienestar, o dicho de otra manera, esperamos que se nos complazca.
Cuando asumimos que alguien actuará de una u otra manera con nosotros y el resultado es contrario a lo que esperábamos (expectativas) aparece la frustración, y esto ocurre porque el cerebro activa una hormona llamada cortisol que es la misma responsable del estrés y cuyos efectos van desde un bajón en el estado de ánimo, tristeza, pérdida del apetito en muchos casos y en situaciones de alta exposición llega a enfermarnos y esto por supuesto como resultado de la enorme cantidad de cortisol en el cerebro que activa otras funciones cerebrales y la generación de otras hormonas que se irrigan en todo el torrente sanguíneo, note que todo lo anterior es un resultado fisiológico auto infringido cuando no se tiene la madurez necesaria para controlar las emociones negativas que es otro tema de análisis.
No podemos perder de vista que somos seres sociables y compartimos los rasgos animales de vivir en manadas, por lo tanto la cercanía a nuestros congéneres y el contacto físico es lo que termina tejiendo las relaciones humanas y dependiendo de la cultura donde habitemos tendrá sus propios cánones y códigos que al final terminan siendo aceptados por toda la comunidad lo que en igual medida se convierte en el insumo para crear los manuales, las leyes, las costumbres y los modales de comportamiento y esto último refuerza lo expresado en los primeros párrafos, las expectativas fueron arraigadas por la cultura y se vuelve natural que esperemos que la gente nos corresponda según lo que está “establecido”, si yo quero una persona espero que me quiera igual, si estoy feliz aspiro a que la otra persona se contagie ¿Pero qué pasa si no sucede así? Lo que sucede enseguida es que automáticamente empezamos a juzgar sobre la base de lo que esperábamos que pasara y así nos trenzamos en toda una serie de especulaciones y conclusiones ¿Por qué no me quiere? ¿Por qué estará molesto conmigo? Etc.
Los americanos han acuñado una frase que es muy popular entre su cultura y es “No es nada personal” y lo que la frase lleva consigo es que invita al otro a separar su parte emotiva de las circunstancias o hechos que estén sucediendo en el momento, ahora, si aún sabiendo que la otra persona actúa de una u otra manera no tiene nada que ver con nosotros seguimos asumiendo actitudes de ofendidos, heridos o sufridos, entonces es hora de trabajar en el autoestima porque nada de lo anterior sería posible si entendiéramos que la gente hace cosas y depende de nosotros si nos las tomamos personal, recuerda que la gente actúa según lo que tiene en su corazón y en su cerebro.