Hoy en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en el Gran Salón Ecopetrol de Corferias, el escritor vallenato Alonso Sánchez Baute presentará su nuevo libro ‘Las formas del odio’, una compilación de 15 ensayos sobre este tema que está envenenando al país desde hace un par de años. Como preámbulo al lanzamiento del libro, sostendrá una charla con el presidente de Promigas, Antonio Celia, con quien hablará sobre los alcances del odio que ha inundado las redes sociales y ha contaminado los cimientos de la sociedad. El libro no estará a la venta, sino que regalarán 20.000 ejemplares durante la Feria.
Vuelve Alonso Sánchez Baute a poner el dedo en la herida con un tema tan controversial, como es la violencia de las palabras.
La importancia de los libros también tiene que ver con el momento de su publicación.
¿Por qué de repente hablamos tanto del odio, quizá como nunca se había hecho?
Desde que Donald Trump lo usó en su campaña política el odio salió del clóset en EE.UU. y por desgracia desde hace unos años también se esparce en Colombia como esporas en el aire. Ya no se enmascara ni se disimula. Por el contrario: se odia con descaro, lo que ha llevado a la idea de que “odiar está bien”, que está de moda, que es como un “derecho a la libre expresión”. En la actual contienda electoral, los cizañeros y los politiqueros se aferran a esta emoción para ganar adeptos. No esgrimen argumentos ni ideas; solo gritan y ofenden porque saben que basta un disparo emponzoñado para atraer la atención mediática.
¿Juegan algún papel las redes sociales en toda esta agresividad?
Las redes sociales no solo están erosionando la democracia sino a la misma sociedad, a la forma como las personas se relacionan. Hay a quienes les cuesta entender que estas son espacios públicos; que comentarios que deberían ser parte de entornos privados pasan, por esta vía, a ser de dominio de todos. Cuando no es con la palabra imprudente, entonces son el anonimato y el sentido de impunidad los usados para “desinhibirse” e insultar. Y hasta para amenazar. Con la consolidación de las redes, el discurso del odio se ha desbocado. Quizá se debe a que, con la cercanía de las elecciones, cada vez se escribe con más agresividad en las redes: como no logran convencer, pretenden imponer la cultura de la ignorancia agresiva.
¿Qué espera que pase con ‘Las formas del odio’?
‘Las formas del odio’ se publica como libro de bolsillo, esto es un libro de formato pequeño con tan solo 62 páginas. No será vendido en librerías sino que regalaremos 20.000 ejemplares durante la Feria del Libro de Bogotá. Es un libro de reflexiones que no trae respuestas y parte de la idea de que el odio es igual de dañino, venga de donde venga; bien sea de la izquierda, de la derecha o del centro. Espero que sea leído y que lo que en él digo sirva para generar análisis y debates.
Las formas del odio es una compilación de ensayos, ¿pero no cree que esto amerita más de un libro que analice por qué las palabras se convirtieron en otra forma de violencia?
Es cierto: del odio se escribe menos que del amor, a pesar de que nos define mucho más el odio que el amor. Mi libro nació a partir de la lectura de ‘Contra el odio’, el premiadísimo libro de la alemana Caroline Emcke. Inicialmente pensé en plasmar en tres de mis columnas de los lunes en El Heraldo y en Semana.com las reflexiones que me generaron esa lectura. Al final escribí quince, una detrás de otra, de modo que soy consciente de que se trata de un tema con demasiadas aristas para abordar. En todo caso, todos mis libros conservan el mismo hilo narrativo. De hecho, el odio es protagonista tanto en ‘Al diablo la maldita primavera’ como en ‘Líbranos del bien’. Aquel es la historia de un joven que sobrevive con el odio de la sociedad a cuestas y este la del nacimiento del enfrentamiento de los dos más grandes odios políticos actuales de Colombia.
¿Por qué cree que las personas convirtieron las redes sociales en una trinchera de guerra?
Hace unos años, cuando los medios impresos comenzaron a publicar noticias en la web, muchos políticos contrataron a través de sus amigos una nómina de “comentaristas” encargados de azuzar a sus oponentes con insultos de gran calibre en el espacio de opinión de los lectores. Son los llamados “troles”, unos carboneros de oficio que se valen del insulto y la ofensa. Y así, el que inicialmente era una opción democrática, pronto se corrompió al volverse un espacio de matoneo en el que entre más grosero y calumnioso el comentario, mucho mejor. Hoy las redes están descosiendo el tejido social. Hay en ellas cada vez más violencia y son la razón por la que las sociedades no solo se están fragmentando, sino que están creando atmósferas de resentimiento.
¿Usted tiene cuentas en todas las redes sociales y qué mensajes manda desde ellas, si las tiene?
Tengo cuenta en Facebook, Twitter e Instagram, pero cada vez las uso menos. No participo en debates, no solo porque son tremendamente desgastantes y es más el tiempo que nos hacen perder que lo que aportan, sino también porque la gente o bien lee mal o bien cree lo que quiere creer. Además, cualquier frase, por muy clara que sea, se tergiversa por quienes quieren poner en boca de uno lo que no se ha dicho. Para colmo hay ese narcisismo de quienes se creen dueños de cualquier verdad y cuyas “ofensas” uno no contesta no porque el que calla otorga, sino porque, ¿para qué perder el tiempo en insultos? Por desgracia esa, al parecer, es la única manera como tantos aquí se saben expresar.
¿Vendrá a Valledupar estos días de Festival?
Por desgracia no puedo. El 10 de mayo inauguramos en la Biblioteca Nacional una gran exposición que contará la historia de la música vallenata, desde sus orígenes hasta los años noventa. Yo lidero ese equipo, de modo que las próximas semanas no podré moverme de Bogotá. Pero, a propósito de Festival, esta semana el expresidente Uribe señaló a Gustavo Petro de querer acabar con el Festival de la Leyenda Vallenata. Hubo un rifi rafe entre ambos que es muy preocupante. El Festival ha sido desde siempre el evento de relaciones públicos más grande del país. Los políticos suelen visitar Valledupar durante estas fiestas, pero una cosa es participar de la fiesta y otra, pretender convertirla en botín político. Eso de aprovecharse de un espacio cultural y popular para mandar mensajes políticos con intereses personales, hace mucho daño a la música vallenata. En el resto del país genera rechazo y desprecio y la que pierde es la música. El odio del que hablamos en esta entrevista no puede adueñarse de una fiesta construida con alegría y constancia por el pueblo vallenato. De seguir permitiendo este manoseo y este odio, la politiquería podría terminar matando nuestra gallina de los huevos de oro.
Por: Ana María Ferrer Arroyo | EL PILÓN