Cortísimo Metraje
(Micro novela coleccionable o una novelita aristocrática)
Por Jarol Ferreira Acosta
“A la cuenta de tres todos dicen whisky.”
Luis Chaves
1. Antes de la fiesta, el diecisiete de octubre, Nany no fue a su clase de spinning, a la que asistía a diario. Tenía que ir a la peluquería a hacerse algo en el pelo. No es que lo tuviera feo, es más, lo tenía bonito. Pero una fecha especial- Nina celebraba su cumpleaños- era motivo suficiente como para realizar la metamorfosis. Nany tuvo que llamar varias veces a la peluquería para reservar su turno, aunque ganó tiempo hojeando revistas que le ayudarían a decidir su nuevo look. El cumpleaños era el diecinueve y desde el diecisiete tenía que ir pensando en lo que iba a hacer con sus mechas. Su terapeuta, como le decía a su peluquero, seguramente no tendría problema en sugerirle usar el pelo de cualquier manera, a él le gustaba la espontaneidad en lo que al styling se refería, y si algo le llamaba la atención a Nany era moldear innovaciones en su melena. Pero ir a la peluquería era solamente la punta del iceberg de vueltas pendientes que Nany debía hacer en corto tiempo.
2. Para que un día especial cumpla con las expectativas algunas cosas son primordiales. Afortunadamente Nina la había invitado. Aunque realmente lo había hecho Gabriel, el esposo de Nina, quien a pesar de tener fama de pedante con ella siempre se mostraba simpático; Nany agradecía eso. La dieta de los días previos a la fiesta era otro punto importante. Se necesitaba de mucha disciplina para comer lo mínimo necesario para mantenerse saludable; nada de brownies ni lasañas ni quesos. No le gustaba, no importaba el tipo de reunión, sentirse pasada de libras. Eso significaba que debía perder algunas calorías extras en los días que quedaban. Nany había hecho dietas de todo tipo pero siempre se quejaba de lo difícil que era mantener el equilibro una vez abandonaba el estricto régimen.
3. Además, no podía olvidar hacerse el peeling. Era algo fundamental estar completamente depilada: piernas, biquini, cejas y axilas; para estar preparada ante cualquier eventualidad que pudiera transcurrir durante o después de la fiesta. Siempre había alguien invitándola a salir, aunque más que por eso lo hacía por una costumbre que mantenía por capricho, porque sólo unos vellitos monos poblaban su cuerpo. Todo lo contrario ocurría en su cabeza, una mata de rizos. Algunas se cortan el pelo en cualquier parte, pero para Nany sus tirabuzones eran algo invaluable, y ya le había pasado que por intentar ahorrarse unos minutos terminó pasando horas para que su peluquero de siempre corrigiera los estragos que estilistas de medio pelo, que le habían prometido maravillas, habían hecho con la forma o el color de sus ondas. Ir a la peluquería también incluía hacerse manicure, pedicure, mascarilla facial y una mascarilla con aceites calientes, para nutrir y exfoliar el cuero capilar.
4. Pero los problemas de Nany no acababan en la peluquería, la ropa también era importante. Por eso había llamado a una señora que importaba ropa de Nueva York, porque usar ropa nacional sugería que no se tenía la cultura suficiente como para andar permeada por las últimas tendencias del mundo. Lo mejor fue cuando la señora sacó unas faldas raras de la lista de opciones, alegando que estaban tan de moda que posiblemente otras invitadas usarían modelos similares; en otros colores seguramente, con lunares o rayas, pero indiscutiblemente Nany podría sentirse uniformada. (Continuará).