En Bogotá poco a poco van creciendo las protestas a escaso mes y medio de posesionado el Alcalde Peñalosa; lo han hecho los vendedores ambulantes y estacionarios que quedaron sin trabajo por causa de la recuperación del espacio público, de emblemáticas vías como la carrera séptima y la calle setenta y dos, y ahora se han vuelto reiterativos los desmanes a causa del pésimo servicio que presta el otrora medio de trasporte modelo de Latinoamérica, Transmilenio, ideado y puesto en marcha por quien hoy vuelve a regir los destinos de la capital.
Es importante aclarar que la administración de Gustavo Petro no tuvo empatía ni una relación cordial con la policía y por el contrario en los pasados cuatro años siempre hubo tensión y hasta desatención por parte de esta a las órdenes que en algunas oportunidades daba el Alcalde; ahora este Alcalde solo da órdenes de reprimir una protesta y la Policía no solo obedece complacida, sino que en ocasiones hasta se le va la mano.
A raíz de las últimas protestas por causa del incremento de tarifas y el mal servicio del sistema de transporte masivo que concluyó en actos vandálicos, se ha recrudecido el enfrentamiento político escrito y verbal entre el Alcalde saliente y el entrante; estos ahora no hacen otra cosa que “pimponearse” la responsabilidad de los problemas que aquejan a la ciudad.
Peñalosa dice que las protestas no obedecen a una reacción espontánea de la ciudadanía, sino a una acción de personas organizadas que tienen propósitos políticos, lo cual sin duda apunta a culpar a Petro y sus amigos de organizar estos desmanes; del otro lado, Petro en su cuenta de twitter afirma que: “La solución del trasporte masivo es el metro no el Esmad”. De esta manera se viene adelantando cada día en Bogotá un enfrentamiento político que sin duda para Petro puede representar grandes réditos electorales, mientras que para Peñalosa no es más que un desgaste.
El Alcalde se debe dedicar a gobernar y ejecutar las políticas públicas, los programas y proyectos de su programa de gobierno, por el cual lo eligieron; no a casar peleas con sus antecesores, y, mucho menos, a tratar de terroristas a quienes hacen uso de un derecho constitucional como lo es la protesta y que a veces por actos de provocación y abusos de autoridad por parte de la fuerza pública, se salen de madre y se convierten actos vandálicos y delictivos.
La culpa de los problemas de la ciudad no solo la tiene la administración anterior, sino toda la clase dirigente de izquierda y de derecha que ha gobernado al país, ayer, hoy y siempre; es decir, la fiebre no está en las sábanas.