Durante lo que va trascurrido de este año, he leído en este mismo diario, algunas columnas de opinión sobre la preocupación que les asiste a los profesionales de la medicina y su solidaridad, respecto de la condena impuesta por la justicia penal a un médico cirujano de esta ciudad a finales del año anterior, en las cuales además de cuestionar el actuar del operador judicial, se hace énfasis en la preocupación que hoy viven los médicos frente a los potenciales riesgos en los que se pueden ver inmerso en su ejercicio profesional y la precariedad del sistema de salud marcado por la Ley 100 de 1993. Situación está, a la que ya me había referido en una de mis columnas, en la que manifesté que ser médico hoy es una tarea que cada día se vuelve más difícil, pues a la gente se le ha olvidado que el acto médico siempre está asociado a un riesgo y que la obligación del médico es de medio y no de resultado, salvo unas excepciones, como el caso de las cirugías con fines estéticos y algunos casos ginecobstétricos.
Pero sin dudas, en estos tiempos existe una cacería con disparos a ciega, en la que se está persiguiendo la responsabilidad de los galenos con fines indemnizatorios más allá de si estos han podido obrar con sumo cuidado y diligencia en su quehacer médico. La fiebre de la responsabilidad que ha surgido en contra de los profesionales de la bata blanca y de los hospitales no tiene precedentes, hasta el punto de crear en el médico una medicina a la defensiva intentando por todos los medios evitar denuncias y demandas por mala práctica médica, lo que los conlleva a realizar pruebas excesivas e innecesarias para descartar diagnósticos ya revelados y hacer firmar consentimientos escritos cuando a ello no hay lugar. Pero también es cierto y no se puede meter la mano a la candela por todos estos profesionales, ya que también hay médicos a quienes se les ha olvidado el juramento hipocrático como símbolo de la moral y la promesa ética de curar y aliviar a sus pacientes ante cualquier circunstancia y por el contrario, se hace notoria su negligencia e impericia, que muchas veces conduce a la muerte de los pacientes; esto sumado a las debilidades del sistema sanitario de nuestro país que es el mayor responsable por la deficiencia de la prestación del servicio asistencial a través de la red hospitalaria y las EPS.
A propósito de responsabilidad médica, celebro con mucho beneplácito la creación del Tribunal de Ética Médica del Cesar, instalado hace pocos días, que tendrá a su cargo la difícil tarea de aplicar el régimen disciplinario y ético señalado por la Ley 23 de 1981 para el ejercicio de la medicina y que además operará como un Tribunal de Garantías donde se protejan los derechos del médico y del paciente, quien en ultimas es la razón de ser de esta institución. Abrigamos la esperanza de que los galenos que integran esta magistratura, hagan una excelente tarea y que sus actuaciones sean con probidad, justicia y alejadas de cualquier afecto o “solidaridad de cuerpo” o “colegaje”, que hagan desviar el curso de las investigaciones, porque es consabido que los profesionales de la medicina poco son dispuestos ni a testificar, ni a peritar sobre cuestiones de su incumbencia en los procesos judiciales en los que se ven involucrados y comprometidos sus colegas y por el contrario no termine convertido en un Tribunal de la conspiración del Silencio. Dios les de sabiduría.