Mucho es lo que se ha dicho y se ha escrito, a lo largo de la existencia humana, sobre las diversas motivaciones que tiene el hombre para buscar la felicidad y lograr el goce y la satisfacción personal que le permita experimentar una serie de sensaciones y emociones que rodean y acarician su mente y su cuerpo como la brisa fresca de un amanecer otoñal, llenándolo de expectativas y fuertes deseos de seguir viviendo y luchando por consolidar sus metas y objetivos trazados.
Hace más de 40 años, el rey de Bután, un pequeño país ubicado en el sur de Asia, en la cordillera del Himalaya, le propuso a la ONU el establecimiento del Día Internacional de la Felicidad, estableciéndose el 20 de marzo de cada año para tal propósito. Pero aún hoy nos seguimos preguntando: ¿qué es la felicidad? ¿Dónde está? ¿Cómo se consigue? ¿Será posible alcanzarla? ¿Será que podemos ser felices en medio de tanta pandemia, de tanta adversidad y de tanta crisis en todos los sentidos y en todas las direcciones?
Son muchos los filósofos y mentes brillantes que han intentado dar respuesta a estas y tantas preguntas en la misma dirección, pero me llama mucho la atención las siguientes conceptualizaciones. “El hombre que hace que todo lo que lleve a la felicidad dependa de él mismo, ya no de los demás, ha adoptado el mejor plan para vivir feliz”: Platón. O que decir de Aristóteles: “La felicidad depende de nosotros mismos”. O como interpretar a Séneca cuando decía que: “Las grandes bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y a nuestro alcance. El sabio se contenta con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene”.
Considero que la vida del ser humano está fundamentada en la búsqueda de la felicidad como razón fundamental que motiva su existencia como un principio de vida, de superación, de logros y realizaciones. Pero la búsqueda de esa felicidad aunque sea personal, no debe dejar de lado el hecho de que somos seres sociables dentro de una comunidad que propende también por la búsqueda de ese mismo objetivo tan añorado y muy pocas veces alcanzado.
Aunque cada persona tiene sus propios parámetros y su propia ponderación para medir el grado de satisfacción, alegría y placer, no debemos olvidar de plano que lo que es felicidad para unos puede ser tristeza y amargura para otros. Existen unos que son felices ganando dinero; otros, recibiendo honores, otros viajando, mujereando o parrandeando. Los alcohólicos son felices borrachos y los drogadictos consumiendo, aunque sea esta una felicidad alucinante y mentirosa pero para ellos es lo mejor del mundo.
Debido a estas consideraciones, pienso que no existe una etiqueta que defina como una regla general que se atreva a establecer parámetros existencialistas para definir lo que significa ser feliz. Pero considero en cambio que sentirse bien con uno mismo y con lo que ha conseguido, vivir sin presiones y sin los egos mal sanos por alcanzar lo inalcanzable bajo el simple pretexto de querer tener lo que otros tienen y sentirse inferiores e infelices por no poder obtenerlo, reduce al ser humano a un estado de postración emocional y mental, menosprecio por sí mismo y baja autoestima, ignorando por completo el inmenso potencial que posee en su interior. Quizás por eso Sócrates consideraba que: “El secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, sino en el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos”.
Sé tú mismo, sé feliz de la mejor manera y haz feliz a tus seres queridos, ama a la vida y a tus semejantes ya que tu felicidad será completa, el día que logres hacer feliz a los demás.