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La euforia, prepotencia y xenofobia

La euforia es una especie de entusiasmo o alegría intensos, con tendencia al fanatismo cuando se olvida de la razón, y es cuando aparece la estupidez manifiesta en actuaciones anormales. Es demasiado difícil lograr que la estupidez congenie con la razón.

Tras la final de la Copa del Mundo de Catar, ganada por Argentina ante Francia (en los penales) y hace apenas pocos días y después de “La copa América”, leía de la prensa deportiva…,

“Pese a su inobjetable triunfo, la Federación Francesa de Fútbol llevará a la FIFA un video que circula en las redes sociales en el que algunos jugadores argentinos entonan un cántico racista hacia los futbolistas de la selección francesa…

“Se acudirá a la Fifa, reservándose otras acciones. ‘Juegan para Francia, pero vienen de Angola. Su padre es camboyano, pero su pasaporte francés’, arengaron los gauchos en la grabación, subida por medio de un video en vivo en la cuenta de Instagram de Enzo Fernández.

“La polémica arenga hace referencia al origen de algunos jugadores franceses, incluido Kylian Mbappé, además de contener insultos homófobos. 

“Hay que mencionar que en otra transmisión en vivo, grabada por el defensa central, Nicolás Otamendi, se puede escuchar cómo se burlan de la Selección Colombia: ‘Dale que hoy juega la Sele… no sé qué, la canción esa. Ponela por favor, que la bailamos’dicen los actuales campeones de América”.

Un prepotente es el que abusa de su poder o hace alarde de él. También podríamos referirnos a una persona arrogante, altiva, vanidosa, especie de semidiós.

La prepotencia es un complejo de superioridad que se acrecienta en medida proporcional a la ignorancia y a la torpeza, y por supuesto a la soberbia; La soberbia es una característica o actitud de la persona que cree tener una posición de superioridad o de privilegios frente a los demás; es la manifestación clara del inútil.

Para combatirla hay que mantener la calma y el profesionalismo. Es crucial no tomar las actitudes o comentarios de manera personal, evitando caer en provocaciones o discusiones innecesarias.

No hace poco traje a colación, en una de mis columnas, lo que yo llamo el “síndrome de Pelé” para referirme a aquel estado febril, en personas o grupos que han querido ser u ostentar mejores condiciones deportivas o futbolísticas que aquel fabuloso brasileño, quien gozaba de tres condiciones básicas para serlo: las físicas o atléticas, don de gente y el humanismo permanente fruto de la humildad, modestia y sensatez.

Conocí y conozco a muchos, a los que no manejan ni han manejado nunca las dos últimas condiciones y a estos les mantiene enfermo del espíritu, su carencia.

Respeto los principios de los toltecas cuando recomiendan ser impecable con las palabras, no hacer suposiciones, no tomarse nada personalmente y hacer siempre lo máximo que se pueda, de modo que, obrando en esta forma, la ofensa no aparezca por rincón alguno y la fraternidad sea imprescindible en todo tipo de competencia, bajo una crítica sana, pero no lanzando bofetadas al aire para que a través de los resentimientos, confrontaciones inevitables y estados psíquicos se pudieren generar odios.

No es nada honroso, para una cultura como la Argentina, que dentro de un fanatismo que confunde a Dios y su grandeza con la de sus falsos ídolos, se preste para denigrar contra las condiciones étnicas, o políticas, o religiosas, o económicas de las personas y de los pueblos frente a los cuales solo demuestran que sienten un permanente complejo de inferioridad por sus actuaciones nada apreciables a la altura de la dignidad humana.

No han podido resistir los avances deportivos en materia de fútbol, por ejemplo, en los franceses, ahora en los colombianos, mañana con la de cualquier lugar del mundo en donde estén apareciendo más Pelé, tales como Mbappé, James, Falcao, Lucho Díaz…

El racismo y la discriminación racial, la xenofobia (sentimiento de odio, repugnancia y hostilidad hacia lo extranjero) y la intolerancia relacionada, ocurren todos de forma diaria, obstaculizando el progreso en todo el mundo, por ello la confrontación es día a día; así, se han conseguido muchos avances, pero aún queda mucho por hacer. La lucha contra todas estas discriminaciones es una cuestión prioritaria.

“Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable”. Ya lo decía Voltaire, el filósofo francés, quien luchó, empleando su pluma, contra la ignorancia, la intolerancia y el fanatismo.

Y parece que así es, pues hechos como estos son como el cáncer, aunque muy pocas veces sean tratables, se vuelven casi que imposibles de erradicar.

Por: Fausto Cotes N.

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