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La ética no se enseña, sino que se práctica

Muchos fueron los legados de nuestro querido constitucionalista y humanista Carlos Gaviaría Díaz, quien desde sus diferentes roles como docente, magistrado y senador de la República, nunca dejó de ser ese gran académico, apasionado y entregado a su labor pedagógica de enseñar, inicialmente desde las aulas de clases en la Universidad de Antioquia, luego desde la magistratura de la Corte Constitucional y la cámara alta.

Desde estos escenarios haciendo buen uso de su erudición y profundo conocimiento del derecho constitucional y de la filosofía del derecho siempre trató de enseñar a esta sociedad egoísta, excluyente y arbitraria que todos los hombres somos ante todos seres humanos, seres sensibles y que todos por igual merecemos el mismo trato ante la ley.

Como candidato presidencial siempre creyó que Colombia merecía ser un país soberano, pluralista y decente en donde se respetaran los derechos fundamentales de los ciudadanos, al tiempo planteó la reconstrucción ética de la política y de las prácticas sociales como baluartes de la defensa de la democracia. Pero su mayor legado, sin duda, lo constituye los referentes constitucionales trazados en más de 200 sentencias donde tuvo la oportunidad de expresar su postura liberal de avanzada que conquistó el pensamiento jurídico de los colombianos; precedentes como el derecho a morir dignamente (eutanasia), la despenalización del aborto, la defensa de la autonomía universitaria, la protección del pueblo indígena embera-katío del alto Sinú, el reconocimiento de los derechos de las minorías, la efectividad de la separación iglesia-Estado, la justiciabilidad de los derechos sociales como la salud y el trabajo y el control a los estados de excepción, fueron algunos de los temas que Carlos Gaviria abordó con extraordinaria sapiencia y claridad en defensa de los principios y valores constitucionales y que hoy pasan a la historia como un referente no solo en nuestro país sino que han sido objeto de estudio en otras cortes del mundo.

Al tiempo también nos enseñó los alcances hermenéuticos y esencia de un Estado Social de Derecho al entenderlo como aquel que garantiza estándares mínimos de salud, de educación, habitación, alimentación asegurados para todos los colombianos bajo la idea de derecho y no simplemente de caridad.

Como si lo anterior fuera poco, también fue símbolo de la trasparencia, la ecuanimidad y la honradez, se preocupó por la ética pública desde los cargos que desempeñó, especialmente en la Corte Constitucional, dando entender con su gestión impecable que la ética no se enseña, sino que se práctica; que ser un hombre ético es encontrar y abrazar el bien espiritual, es descubrir la libertad, esa libertad que nos lleva a sentir amor espiritual por nuestros semejantes y a no ser indiferentes. Paz en su tumba.

Carlos Guillermo Ramirez: