“La esperanza que se demora es tormento del corazón…”. Proverbios 13,12
La esperanza es un elemento tan pródigo en nuestra cotidianidad que prácticamente no tenemos conciencia de su influencia en nosotros. Cumple una función fundamental en la vida, sin ella sería imposible existir. Ciertamente, es lo último que se pierde.
La esperanza se define como esa expectativa positiva y deseable que se desarrolla hacia algo que es posible alcanzar o lograr. Es la capacidad de tener ánimo, vigor y deseos de enfrentar el futuro con alegría y expectación, puede llegar a ser uno de los instrumentos por medio de los cuales se transforma el carácter y la experiencia misma de vivir. En el cristianismo, es una virtud teologal por la que se espera que Dios otorgue los bienes que ha prometido, es ese deseo ferviente que Dios cumpla sus promesas.
Para efectos de esta reflexión, la esperanza se refiere a una situación o realidad futura que promete ser mejor o más placentera que la actual. La vida misma está llena de contratiempos y dificultades, y es por medio de la esperanza que podemos superar el desánimo y la frustración que resulta de las experiencias negativas por las cuales transitamos.
De cara a los acontecimientos últimos en nuestra nación, bien podríamos llenarnos de desesperanza. La mala distribución de las riquezas, la desorientación de los líderes, el crecimiento del egocentrismo y el ansia de poder expresados en violencia, abuso, delincuencia y anarquía, podría llevarnos a creer que no tenemos esperanza y que estamos condenados al fracaso como nación.
Queridos amigos: Es menester, retomar la esperanza como el soporte de la vida diaria, volver a consolidar el deseo de mejorar las condiciones de vida, las relaciones con nuestros seres queridos, establecer un futuro promisorio para nuestros hijos y nietos.
En contraste con el tormento del corazón que se produce por la esperanza que se demora, el autor de Proverbios dice que, árbol de vida es el deseo cumplido. Lo compara con el beneficio que un árbol frondoso produce a la tierra, dando sombra y fruto a quien lo posee.
San Pablo, oró para que a la iglesia de Éfeso le fueran alumbrados los ojos del entendimiento, para saber cuál era la esperanza a la que Dios les había llamado. Creo que, sin una verdadera comprensión de la esperanza, corremos el peligro de edificar sobre un fundamento efímero y pasajero, más relacionado con las cosas que con el creador, más orientado hacia el hacer que hacia el ser.
Es importante que, ad-portas de terminar el año, tengamos en cuenta la importante función que cumple la esperanza en la vida; siendo conscientes de lo pesada que puede tornarse la vida, cuando la esperanza se demora indefinidamente. Terminamos el año cargados de promesas, civiles y políticas que nos hacen soñar con un Valledupar mejor; pero, sobre todo, estamos llenos de las promesas de Dios en su Palabra que nos hace soñar con un futuro especial y promisorio, lleno de su presencia y de cosas buenas y positivas para todas las familias.
No permitamos que se apodere de nosotros la resignación y el conformismo, ese estado de indiferencia de dejar hacer, dejar pasar; en donde casi nada nos importa. No descuidemos el tan valioso elemento de la esperanza que nos permite alimentar los sueños y levantarnos cada mañana esperando el cumplimiento de cosas buenas para nosotros y nuestra región. “Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor…”
¡Llenémonos de esperanza y continuemos con valor!
Un abrazo cariñoso.