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La especulación

El que se casa con una pacífica, de La Paz, lo digo por experiencia hace un buen negocio, pues se consigue una mujer buena, laboriosa, abnegada y fiel, pero eso si mandona, que si uno no se avispa se lo lleva el diablo; lo ponen a comer plátano amarillo, pero serrano todos los días y a consumir queso con el tinto mañanero, en el desayuno, almuerzo y comida. Si uno no se avispa repito, convierten sus hogares en un matriarcado como hicieron las famosas mujeres María Calderón, Eloísa Raquel Cotes, Leticia Araujo y Perfecta Murgas, esta última de gratos recuerdos para mí, pues fue mi mecena y protectora y lo poco que he tendido se lo debo a ella que me tendió su mano generosa. Todas mercadearon queso.

En el Valle el queso es un producto estratificado, que influye mucho en la canasta familiar, pues no hay hogar donde no se consuma, sin los excesos de los pacíficos; para hacer un kilo de queso se necesitan de 6 a 8 litros de leche, depende de la región con una inversión de $6.000 máximo y el precio al igual que la carne y la leche lo fijan los compradores, el de venta caprichosamente lo fijan los vendedores, debería ser $10.000 en todas partes, pero ahí está el detalle tienen la pechuga de venderlo a $15.000 y hasta más, cuando lo que eso hacen deberían de ser menos, pues ellos mismos lo procesan y venden los subproductos como el suero salao que sirve para engordar y el plasma o agua salada para engordar puerco y ahora inventaron el kankuamo que vale más de $20.000, sin que haya una autoridad que controle ese delito que se llama especulación.

Otro casito: mande a lavar y a planchar un blazer, pantalón gris y saco azul y me cobraron $44.000 en una lavandería ubicada en un barrio de estrato 4 me pareció muy caro y viajé a Bogotá y en un sector muy exclusivo, Chico Reservado pregunté en varias lavanderías por el precio: la más cara $25.000, intermedia $18.000 y la más barata $10.000. Como los propietarios son mis amigos no doy el nombre y aspiro que me devuelvan el sobrecosto, pues tengo el recibo.

En fin, con lo único que no se especula es con el precio de la gasolina, pero hay que tenerle miedo a la medida, Valledupar es el imperio de la especulación y uno tiene que volverse cínico pidiendo rebaja para cuando te pidan $20.000 ofrecer $8.000 como hace mi querida cuñada María Luisa o como hacia mi recordado amigo El Pingue e Icha que pedían rebaja hasta en el Ley. Necesitamos una oficina que proteja nuestro bolsillo, a la cual podamos asistir a poner quejas y eso le compete al señor Alcalde y a los señores Concejales que la creen, pues antes la había y la desaparecieron, hay que revivirla con carácter urgente o de no vamos a tener que buscar tierra alta porque los especuladores pululan y no respetan y día a día se hacen más ricos de manera delictuosa a costillas de todos los que compramos.

Por José Aponte Martínez

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