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La Escuela ‘Juana de Atuesta’ de Mariangola

En los inicios de la educación en Mariangola fue importante la participación de la iglesia de Valledupar. El sacerdote Vicente de Valencia, tutor del señor Blas Orozco Monsalvo, lo asesora para llegue a fundar la primera escuela en 1942, y era de carácter privado. Como no había dinero circulante, los padres de familia cancelaban las pensiones en especies: aves de corral, carneros, cabras y cerdos.

Después que el profesor Blas Orozco regresa a Valledupar, llegan estos maestros: Camilo Narváez, Celso Gutiérrez, Carmen Daza, Gracia Ustariz, Teresa Acuña y Margoth Monsalvo de Pérez. Todos permanecen poco tiempo en Mariangola, y una de las razones era el fastidioso enjambre de mosquitos (Jejenes), cuyas picaduras producían rasquiñas en la piel.

El 1954, llega la maestra Juana Mindiola de Atuesta, tuvo la paciencia y la pericia para sortear los vesicantes mosquitos, y durante 26 años ejerce su misión pedagógica; los primeros ocho años, en una casa de un solo salón, con niños y niñas, de primero a tercero de primaria. En 1962, la Secretaría de Educación del Magdalena construye la primera Escuela pública en Mariangola: dos aulas, una pequeña sala materiales y dotación de 50 pupitres. Nombran al profesor Gabriel Álvarez para la enseñanza de los niños.

Esta escuela que el gobierno del Cesar, mediante del decreto 4097 del 24 de mayo 1980, designa con el nombre de ‘Juana de Atuesta’, ya tiene 56 años de estar construida, y ha padecido la paradoja estatal que pregona mejorar la calidad educativa, pero no mejora la planta física. Desde hace más de 20 años no le hacían reparaciones, por eso la comunidad expresa su complacencia por la construcción de la batería sanitaria que el alcalde Augusto Ramírez Uhía, entregó en la semana anterior.

La Escuela tiene dos sedes, que están separadas por una calle, una de cuatro aulas de clases, y la otra sede el aula múltiple o biblioteca, una sala de informática y la coordinación académica, que aún están en obra gris. Es urgente el rector Jampier López y el Consejo Directivo presenten la propuesta a la administración Municipal, para unir las dos sedes en encerramiento con ladrillos.

Es un derecho fundamental de los niños tener espacios para el descanso escolar y para el traslado de un aula a otra, sin el riesgo de accidentes por el paso de carros, motos y vendedores callejeros. Ahora en la Escuela hay 360 estudiantes en las dos jornadas, pero en cinco años serán más de 500, y habrá más vehículos, más habitantes, más vendedores y más riesgos.

Por: José Atuesta Mindiola

Categories: Columnista
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