Las enseñanzas musicales de Juanita Monsalvo Cádiz en Valledupar y Patillal fueron fundamentales para dar origen a una escuela que rompió con los cánones de la música vallenata primigenia que se daba de manera espontánea entre juglares y trovadores de la zona.
Me voy a referir a una escuela muy singular que a través del tiempo y del conocimiento permitió construir una nueva estructura musical y literaria, dando origen a la escuela lírico romántica en la música tradicional vallenata. Ese buen gusto por las artes no se recogió del suelo, que aunado a ese espíritu creativo y al entorno bucólico de la región, permitió hacer un núcleo social diferente a todas las otras poblaciones circundantes a Valledupar.
Nuestro núcleo social fue diferente sin quitarle méritos a estas, porque desde su fundación en 1550 por el conquistador Hernando de Santana, se produjeron una serie de eventos históricos políticos, sociales y económicos, que marcaron la diferencia entre estos asentamientos.
Con la llegada de la pianista Juanita Monsalvo Cádiz en 1865, procedente de Ciénaga a la región de Valledupar y el matrimonio de su tío Pedro R. Monsalvo con la patillalera Delfina Maestre Peralta, ya existía una conexión directa de las familias vallenatas tradicionales con las de Patillal, un villorrio donde “temperaban” por largos periodos vacacionales, logrando una comunión perfecta de afectos y emociones profundas que se acentuaban con su hermoso entorno bucólico. Los apellidos de Valledupar son en un alto porcentaje de origen patillalero.
En Valledupar nace Tobías Gutiérrez Romero, un personaje que al mantener relaciones amorosas con Juanita Monsalvo Cádiz procrean a Evaristo Gutiérrez Monsalvo, dando origen a una familia artística inigualable encabezada por Evaristo Gutiérrez Araujo, hijo de Genoveva Araujo, padre de Gustavo Gutiérrez Cabello. Tobías Gutiérrez con Remedios Molina tuvo tres hijos más, quienes optan el apellido de su madre: José Amiro, Arturo y Mercedes Molina Gutiérrez.
Freddy Molina Daza, hijo de José Amiro; Gonzalo Arturo ‘El Cocha’ Molina Mejía, hijo de Arturo, y José Alfonso ‘El chiche’ Maestre su nieto, hijo de Elsa Molina, toda una generación de músicos importantísimos para el desarrollo del movimiento lírico romántico en la música tradicional vallenata.
Es significativo traer a este análisis musical a Doña Helena Gutiérrez Aroca, hija de Tobías Gutiérrez Romero, madre de Tobías Enrique Pumarejo, un extraordinario compositor que marcó una influencia clave en la vida creativa del maestro Rafael Escalona Martínez. Hay que anotar el aporte musical que hiciera el apellido Gutiérrez en esta evolución de la música vallenata.
Pero si bien es cierto la incidencia de la pianista Juanita Monsalvo Cádiz en la sociedad vallenata, que permitió una formación musical diferente a la música vallenata primigenia, ejecutada en acordeón diatónico, escuchada y bailada en colitas y cumbiambas en los barrios populares de la Garita, el Cerezo, Centro y Cañahuate. Familias como los Castro Monsalvo, Maestre Pavajeau, Castro Palmera, Benavides Calderón, Pupo Martínez, Pupo Maestre y Gutiérrez Araujo, donde ejecutaban instrumentos como el piano, el auto piano y el violín, bailaban mazurcas, polkas, foxtrot, pasillos y valses entre otros y escuchaban música universal.
Las famosas veladas bailables en los salones de las casonas se amenizaban con bandas de música de viento donde participaba parte de la sociedad vallenata. Esa educación académica y musical de las familias tradicionales vallenatas recibidas en centros educacionales de enseñanza media en Bogotá, Medellín, Cartagena, Mompox, Santa Marta, Riohacha y el exterior, originaron una nueva generación de jóvenes que se nutrieron de todas las manifestaciones artísticas globales que se daban en el momento.
Bueno recordar los movimientos culturales que se dieron en Europa en el siglo XVI donde el ‘Petrarquismo’ cambiará la poesía española (siglo de Oro español). Poetas como Juan Boscán: “Que la ausencia causa olvido/ merece ser de todos olvidado/ el verdadero y firme enamorado/ está, cuando está ausente, más perdido. No sanan las heridas en él dadas/ aunque cese el mirar que las causó/ si quedan en el alma confirmadas”.
Pedro Calderón de la Barca, Federico García Lorca, Francisco Quevedo, Santa Teresa de Jesús, todos ellos incidieron en la formación literaria de la generación de poetas y escritores latinoamericanos del siglo pasado, como Rafael Alberti, Antonio Machado, Pablo Neruda, César Vallejo, Vicente Huidrobo, de este último el fragmento del poema ‘Camino’.
Pero mi corazón fatigado
Murió en el último nido
Llueve sobre el camino
Y voy buscando el sitio
Donde mis lágrimas han caído.
Estos referentes culturales además del cine y la aparición del transistor y el acetato, fueron fundamentales para formar una generación de vallenatos que cambiaron positivamente el desarrollo formativo de la región.
El gran “Boom de la música lírica romántica tradicional vallenata” se origina a partir de Tobías Enrique Pumarejo, cantor y compositor nacido el 8 de agosto en 1906 en Valledupar. Es sin duda el precursor del lirismo romántico en la música tradicional vallenata. Su formación de cuna y su educación en el liceo de la Universidad de Antioquia en Medellín le permitieron acrecentar sus conocimientos y nuevos derroteros en su productividad artística. Fragmentode la composición ‘Cállate Corazón’.
Una pena y otra pena
Son dos penas para mí
Ayer lloraba por verte
Hoy lloro porque te vi.
Tobías Enrique al lado de su primo Arturo Molina Gutiérrez, compositor y guitarrista, y José María Castro Monsalvo, músico compositor, todos estudiantes y emparentados familiarmente, conformaron una agrupación musical en Medellín, ‘Los Alegres Magdalenenses’, donde interpretaban pasillos, paseos y merengues vallenatos de su propia autoría como parte de su repertorio.
Rafael EscalonaMartínez, patillalero, un hombre inteligente, único, de esos que pare la tierra mirando hacia el cielo, de una capacidad creativa inconmensurable, su narrativa descriptiva de sucesos cotidianos permitieron cimentar lo que el maestro Tobías Enrique venía transmitiendo. Escalona estudió en el Liceo Celedón de Santa Marta y asiduo visitante de ‘La Cueva’ en Barranquilla, donde conoció gente intelectual del Caribe colombiano, entre otros al escritor Álvaro Cepeda Samudio y Gabriel García Márquez, con quienes conservó una excelente amistad creativa. Escalona escribió varias piezas musicales llenas de lirismo:
Si el corazón se viera, si el corazón se viera
Si el corazón se viera como lo tengo yo
Le pediría llorando que me diera
Por toda tu maldad el perdón de Dios.
¿Quién dice que estas dos estrofas no son del más puro lírico romanticismo? Estos preclaros compositores que se nutrieron en centros culturales en Medellín y Santa Marta, con unas relaciones públicas impresionantes, fueron fundamentales para que jóvenes como Gustavo Gutiérrez Cabello y Freddy Molina Daza, primos hermanos, constituyeran una pareja que aportó a la escuela lírica romántica de la música tradicional vallenata elementos frescos, innovadores en la composición, tanto melódica como literaria.
Gustavo, músico versátil con estudios académicos musicales en Bogotá, amante de la literatura y la música sureña, rancheras y boleros, las cuales fueron sus referentes musicales. Su padre Evaristo Gutiérrez Araujo, quien ejecutaba el piano, el violín y el acordeón, fomentando una atmósfera musical al lado de su primo hermano Tobías Enrique Pumarejo y del maestro Escalona amigo personal de la casa Gutiérrez Cabello, quienes se constituyeron en su fuente primaria para construir su propia impronta musical. Gustavo es inmenso, un poeta profundo, amante de incorporar nuevas figuras literarias en la composición vallenata, convirtiéndose en la figura más sobresaliente del lirismo en el canto vallenato:
Hay soledades que duelen mucho
Y hay un silencio para pensar
Hoy quiero luces para que alumbren
Lo que me falta por caminar.
Con Freddy Molina se hicieron fuertes, una pareja creativa maravillosa por su nexo familiar, permitiéndoles intercambiar conocimientos musicales. Con Gustavo aprendió a tocar la melódica y el acordeón piano, produciendo una obra maravillosa. Su paso por Bogotá fue efímero, estudió medianamente taquigrafía y ortografía para regresar a su terruño. Freddy fue más preciso en la construcción literaria de sus composiciones, más cercano de su entorno pastoril, sin dejar de ser universal.
Es un amor que nació profundo
Limpio como se ve la nevada
De misterio está lleno el mundo
No sé qué sentirá tu alma.
Será sensible como el silencio
Que domina la montaña.
Así como Freddy Molina y Gustavo Gutiérrez, fueron apareciendo compositores como Octavio Daza Daza, un sanjuanero que se crio en Patillal desde los tres meses de nacido. Su abuelo materno Julio César Daza Castro, notario único de San Juan del Cesar, letrado calígrafo; su madre Palmina de Jesús Daza, hacedora de versos. Víctor Daza su tío acordeonero y compositor igual que Juancho Daza Maestre.
Octavio Daza fue bachiller del colegio Cristo Rey de Bucaramanga e ingeniero civil de la Universidad Santo Tomás de Aquino de Bogotá. Musicalmente Octavio mostró sus cualidades como compositor y guitarrista de la escuela de Lucho Celedón en Patillal. Con su primo Albertico Daza, Freddy Molina y Gustavo Gutiérrez impusieron esa nueva impronta a la composición lírica vallenata. Las figuras que Octavio toma no se apartan en ningún momento de la estructura melódica literaria del más puro lirismo:
Al besar tus labios veo cerrar tus ojos
Yo te noto muy triste, ya mañana me voy
Pero aquí en el alma yo me llevo
El recuerdo eterno de tus besos
Donde deposité todo mi amor
Ese amor que heredé de mis abuelos
Y que en mi pecho más se engrandeció.
***
En Valledupar, con el mismo entusiasmo, Santander Durán Escalona elaboraba un trabajo maravilloso, y conforma el grupo de compositores creadores de la ‘Escuela lírica romántica en la música vallenata’, que marcaron una línea muy fuerte entre el antes y el después de ellos.
Santander nace 1944 en Valledupar, hijo de Abigail, hermana del maestro Rafael Escalona, cantautor e intérprete de la guitarra de una alta sensibilidad social. Dentro de este grupo de compositores sin duda es quien hace mayor uso del sentimiento social, es un lírico rebelde del canto vallenato. Con esa misma versatilidad hace verdaderas odas de amor.
(AUSENCIA)
Ausencia que me tiene solo
Que hasta tu recuerdo se aleja de mí
Nostalgia de mirar tus ojos
De sentir tu cuerpo, de tenerte aquí
Ausencia que seca mis ojos
Que inspiran mis versos por ti…
La escuela del vallenato lírico romántico hecho en Valledupar se ha venido consolidando como una corriente fuerte dentro de la música tradicional vallenata. Músicos y compositores como Nicolás Maestre, Rafael Gutiérrez Céspedes, Wilson Sánchez Molina, Sergio Moya Molina, Rita Fernández Padilla, Edilberto Daza Gutiérrez, José Hernández Maestre, José Alfonso ‘El Chiche’ Maestre, Fernando Dangond Castro, Iván Ovalle Poveda y las nuevas generaciones han sido ejemplo para que en otros lares del universo sigan el mismo patrón musical y literario con impronta vallenata.
Por Efraín Quintero Molina.