Por Luis Napoleón de Armas P.
Valledupar siempre estuvo ligada al sector agropecuario; como tal tuvo sus bonanzas y llegó a ser reconocida como la “Sorpresa Caribe”. El algodón y el arroz, sus principales cultivos, la ubicaron en el top del sector a nivel nacional; la ganadería, si bien extensiva, contribuía al empleo y a la generación de una buena parte del circulante. El sector primario colapsó, y quienes tenían los recursos para mantenerlo, entraron en quiebras; fue tan notoria la debacle que a los protagonistas, el humor local los llamaba “los tuvos” porque dejaron de tener. Todo esto ocurrió mucho antes de pensar en que llegaríamos a ser el epicentro de una gran minería. Pero ya sabemos que esta industria extractiva, en ninguna parte del mundo ha creado riquezas, que solo aporta unos ingresos temporales ya salariales, ya por prestación de servicios; en ninguna parte ha sido una locomotora de la economía, expresión alegórica de esa ciencia social que tiene sus sofismas.
La minería y sus regalías son como una golosina envenenada. Un estudio de la U de Harvard determinó que sus costos sociales en la región de Apache ascendían a 78 mil millones de dólares, mientras que sus beneficios apenas alcanzaban 9 mil millones de dólares, una relación costo beneficio de 9 a 1. Por otro lado, el contrabando a gran escala, con excepción de licores y gasolina, que irrigaba dinero en algunos sectores de la población, y que era parte de la cultura guajiro-vallenata, ya no existe. Valledupar nunca ha tenido la goma industrial, actividad esta que le da solidez a la economía de cualquier región o país. El turismo, que es una posibilidad real, no tiene dolientes. Tampoco esta ciudad ha sido exportadora de tecnología y servicios para la generación de divisas; aquí solo se trata de aumentar la herencia ganadera y la propiedad rural. El presupuesto municipal ha estado cooptado durante muchos años por grupos irregulares y por corruptos, así que la inversión pública dejó de irrigar dinero, amén de que el cobro tributario municipal ha estado paralizado. Aparentemente, todos los caminos para crecer, en términos económicos, se han cerrado.
Sin embargo, en los últimos años, posteriores al conflicto “para” en el Cesar, el dinero brotó como maná, como un fantasma, así como el Ave Fénix. La abundancia de los recursos circulantes se ve en los índices de la construcción, en especial en la demanda de locales comerciales, oficinas y viviendas en estratos cuatro y cinco, así como en la compra de vehículos de alta gama y hasta cuatrimotos, símbolo del emergente y fastuoso poder económico que identifica a una cohorte, que aún atemoriza. La demanda por fincas, pese a la depresión del sector agrario, deja mucho que pensar. Parece como si la gente jugara al monopolio en el cual se compra con papeles. Aquí hay que formularse una pregunta de fondo: ¿De dónde está saliendo el dinero o dónde lo tenían guardado? Este es un análisis que los economistas deben hacer como también los gobiernos. Vivimos una burbuja financiera. Yo no entiendo qué tipo de indicadores toman los inversionistas para escoger a esta ciudad como viable para la construcción de varios centros comerciales, en la meca de la informalidad comercial, donde, a ojo de buen cubero, se ve que no hay cama para tanta gente. ¿Será que podemos exportar artesanías con los TLC que comienzan a correr? Ya sabemos, tal como lo ha dicho Fedegán, la crisis para el sector primario ya empezó rauda. Valledupar puede parecerse mas a un sepulcro blanqueado que una urbe llena de riquezas. A esta ciudad hay que repensarla, el folclor no da para tanto.
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