Muchos creen que la apreciación del peso colombiano se debe a la enfermedad holandesa, es decir, al aumento significativo de los ingresos del país proporcionado cuasi exclusivamente por las famosas locomotivas de hidrocarburos y minerías que consecuentemente revalúan la moneda nacional. Se equivocan aquéllos. Las excesivas exportaciones de materias primas energéticas crean un espejismo macroeconómico: existen muchas otras razones que explican la revaluación del peso colombiano. Aquí, no existe enfermedad holandesa sino una enfermedad característicamente colombiana: la falta de análisis manifiesto.
Por una parte, a pesar de un recaudo tributario destacado el año pasado, persistió el déficit fiscal de 3% del PIB que atrae capital externo para financiarlo fortaleciendo asimismo el peso. Además de esto, la política económica estatal, desde hace varios años, promueve la llegada de capital extranjero que estimula una revaluación generalizada. Aún, la macroeconomía se complicó ante el destacado auge de burbujas en el sector inmobiliario y en el mercado bursátil, lo cual también atrae capital externo.
Por otra parte, el emisario colombiano no utilizó soluciones proporcionadas para neutralizar tal revaluación evidente: no fue suficientemente agresivo en la compra de dólares, no cobró un depósito a las entradas de capital de portafolio para aquietar la apreciación y no creó un adecuado fondo de ahorros nacional de divisas extranjeras fuera del país.
A nivel nacional, con una inflación que en los últimos 12 meses se situó en un 3,55 por ciento, la tasa representativa (5.25%) equivale a una tasa real de interés de 1,7%. Esta aunque siendo razonablemente baja sigue siendo extremadamente superior a la de Estados Unidos o a la del Banco Central Europeo (siendo éstas negativas). Por consiguiente, como afirma Kalmanovitz, ante la titánica emisión de dólares y de euros, las acciones y los títulos del tesoro colombiano son muy apetecidos en el mercado mundial, lo cual indudablemente atrajo fondos extranjeros al país revaluando aún más el peso colombiano. Además, como si fuera poco, el próximo pago de dividendos de Ecopetrol provocará otra apreciación natural del peso.
Todo esto en su conjunto: el aumento de capital extranjero al país, las exportaciones de hidrocarburos y de minerales y otros elementos adjuntos aquí evocados y, sobre todo, la pobre política macroeconómica del país terminan por revaluar la tasa de cambio.
¿Qué hace el gobierno nacional y el emisor colombiano para luchar contra esta revaluación desmesurada del peso? No es normal que en estos últimos meses el peso colombiano sea la moneda más revaluada del mundo.
¿Enfermedad holandesa? ¡No! ¿Enfermedad colombiana? ¡Sí! La omisión.
Mi ñata local: nuestros congresistas caribeños, que son los que votan las leyes económicas nacionales y que controlan la actividad económica del gobierno nacional, tienen que interiorizar estos elementos macroeconómicos. Si no lo hacen, los costeños seguiremos atrasados, dependientes de Bogotá y sumisos a su élite tan unilateral. Comencemos por cambiar a quienes nos representan. El Caribe colombiano cambiará el día que cambien sus representantes.
Andrés Eduardo Quintero Olmos