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La emoción desbordada

Y se abrazaron. Sí, Jorge, ‘Yoyo’, el hijo de Jorge Cuarenta; y Jaime, el hermano de Simón Trinidad; y la gente se puso de pie, y aplaudió y vi mujeres llorando, lágrimas que limpiaban con las manos empuñadas y alguien gritó sentencias contra Uribe, otros alababan a Santos; alguien me dijo que De la Calle sería el próximo presidente de Colombia; un señor de ochenta y cinco años dijo que en su larga vida nunca había visto alguien más mentiroso que el Procurador; el olor a café mañanero se colaba por la puerta y aumentaba la emoción colectiva desbordada y Jacobo eternizaba esos instantes con sus fotos artísticas.

Una mujer, Andrea Ovalle, política, víctima del conflicto armado, hoy alcaldesa de La Paz ( el municipio) con la voz como una campana habló y su discurso fue la mecha encendida para que se desataran las emociones, es una mujer de esas que uno admira, al oírla, por su arrojo, por su sabiduría, porque no traga entero y pide respuestas claras y rápidas; y pidió claridad de cómo iba a hacer con el territorio de su región cuando lleguen los exguerrilleros a habitarlo, fue tajante el pedir una hoja de ruta para seguirla en el proceso de paz que no es una firma, es mucho más, como las soluciones a las causas de la guerra; y los aplausos fueron atronadores, y el público no quería que acabara de hablar, y volvió a limpiar las lágrimas una mujer, líder política, que andaba de arriba abajo por un pasillo como para aplacar la emoción.

Y hubo preguntas muy buenas que no pudieron leerse ni contestarse porque el tiempo se acababa y los últimos momentos se los gastaron dos intervenciones incoherentes de dos señores, directores de conocidas entidades que no es del caso dar los nombres.

Antes, Alan Jara, Director Nacional de la Unidad para la Atención y Reparación a las Víctimas, preguntó: ¿Cómo sería dormir una noche con una cadena al cuello y amarrado a un árbol? La respuesta fue un pasmoso silencio, y él mismo se respondió: “Yo dormí dos mil setecientas sesenta, cautivo en la selva”. El público se puso de pie y aplaudió con respeto. El olor a café volvió a entrar, ya no mañanero, se acercaba el medio día.

El gobernador Franco Ovalle habló corto y recordó que él fue víctima al ver morir a su padre de un derrame cerebral, causado por el ataque de los armados a su ganadería, a sus bienes, y dejó en claro su fervor rotundo por la paz.

Aplausos, ya no más lágrimas, un guache que estaba detrás de mí, portador de una bandera blanca, al ver mi seriedad me dijo, de buenas a primeras: “Tú “teneí” cara de haber sido paraca, o eres del Centro Democrático”, aumenté mi seriedad, pero por dentro me desternillaba de la risa.

Esto que he escrito no es un cuento, sucedió en el Foro “Hacia el Fin del Conflicto” convocado por la revista Semana. Hubo mucho más que se queda por contar. Llegué a mi casa con el convencimiento de que no hay nada que emocione más a la gente que hablar de la guerra y de la paz (no del libro de Tolstoi, por supuesto).

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