“La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que han de cambiar el mundo”. Paulo Freire.
Los resultados de las evaluaciones y pruebas educativas internacionales o nacionales en las que participan los jóvenes colombianos han arrojado siempre malos resultados, reflejo de las enormes carencias del país en materia educativa. El gobierno suele descargar sus culpas en las evaluaciones mismas y en los maestros. Se niega a reconocer como causas del desastre, la falta de compromiso gubernamental con el tema educativo y la profunda y persistente inequidad social que agobia al país.
En los países desarrollados, la educación es tema de debate central en las campañas electorales; la escuela es vista como la columna vertebral de la sociedad, como el pilar que ha de sostener el proyecto de país-diseñado; desde luego ese debate tiene un componente ideológico que es sustancial, cada partido impulsa sus propias iniciativas y el resultado electoral depende a menudo de estas propuestas. Pero no para ahí el asunto; los padres de familia, los sindicatos de maestros y la opinión pública, cuestionan permanentemente las políticas educativas, exigen rectificaciones, reformas y adecuaciones constantes porque nada está terminado, la escuela es un ente dinámico, en cambio constante y hay que mantenerse vigilantes. Esto ocurre en países donde la distribución de ingresos/riqueza es aceptable y la escuela es un eficaz mecanismo de movilidad social, que ofrece igualdad de oportunidades para todos; prevalece la educación estatal a todos los niveles. Este modelo educativo es aplicable en cualquier otro país si se quiere romper con los privilegios que profundizan la injusticia social.
En Colombia es muy diferente; la ubicación social define el rendimiento escolar. Si relacionamos los puntajes logrados en las pruebas, con el nivel de ingreso familiar, es claro que los estudiantes provenientes de familias de altos ingresos se desempeñan mejor en el concierto nacional -aunque no en el internacional- mientras el desempeño de la abrumadora mayoría, proveniente de familias de escasos o medianos ingresos, es precario/mediocre. Además, las políticas públicas en materia educativa son siempre improvisadas, casuales, carentes de objetivos claros y de visión futurista. Nunca ha existido un Plan de Desarrollo ligado a un proyecto de país, no sabemos qué clase de país queremos ni a dónde nos van a llevar las políticas implementadas. Todo marcha al azar. La educación es una asignatura pendiente y eso explica el atraso del país en todos los órdenes.
Justamente ahora, los maestros cesaron en sus actividades para reivindicar derechos en bien de la sociedad. Son más que justas, válidas y racionales sus exigencias. Merecen el respaldo y la solidaridad de todos.