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La educación endémica y su más reciente crisis

La naturalización de la pobreza en la educación pública en Colombia y el sálvese quien pueda como principio ordenador de la vida, hoy contenida en la categoría de resiliencia, es la marca del fracaso y de paso la gasolina del discurso de privatización de lo público.

El neoliberalismo a través de sus exámenes de medición, en una inequitativa lucha entre los endebles colegios públicos versus la mano económicamente fuerte de los colegios privados, justifican la eliminación del derecho a la educación por la instauración de un servicio privado que sí prestaría una buena educación. Lo anterior es parte de nuestra historia reciente, el punto es que la actual crisis evidenció el problema a través de la pornomiseria que tanto gusta a los medios de comunicación.

Cada vez que aparece una noticia sobre educación, en el que se muestra el ingenio de estudiantes haciendo sus mayores esfuerzos para continuar con su formación escolar, en el contexto actual de pandemia, lo que algunos llaman “la malicia indígena”, no es más que muestra de un Estado fracasado por parte de una seguidilla de gobiernos que desde la colonia, protegen los intereses de castas enquistadas en el Estado y que olvidan al pueblo en su propia ensoñación liberal de formación ciudadana, sociedad civil y en tiempos más cercanos como motor de movilidad social.

Imágenes y narrativas que los medios de comunicación y, hasta pedagogos de renombre replican sobre la precariedad y las dificultades materiales en la educación con el talante de solucionar los problemas desde la escasez, desde la mera voluntad a pesar de la corrupción estructural del Estado y los manejos de gobiernos antipopulares.

En definitiva, todo lo anterior se reduciría a “la necesidad hecha virtud”, que no es otra cosa que hacerle el juego al liberalismo mágico, el cual ha magnificado y glorificado al sujeto que se hace a pulso, el self-made como falacia neoliberal por excelencia, donde la responsabilidad es netamente individual y la responsabilidad estatal y del gobierno desparecen.

Sumado a esto, a las maestras y maestros se les deforma con una imagen de monjas y monjes con votos de pobreza, quienes se deben en penuria y escasez por decisión vocacional de educar a las masas, ya que al exigir mejoras para el sistema educativo son tildados de egoístas, perezosos o poco o nada comprometidos con su “vocación”, en los últimos tiempos y con beneplácito de las mismas masas empobrecidas, y al sonsonete de papá paisa de “ideólogos de las Far [sic]”, todo lo anterior como estrategia para domesticar la inconformidad y acallar las críticas a los abusos de gobiernos pretéritos que han suscitado el Estado fallido actual.

Hoy, una vez más, el Estado y el gobierno de turno apelan a la responsabilidad individual para el retorno a las aulas sin el accionar necesario a que debe estar abocado todo Estado, pero a pesar de la apatía y desconexión lograda por este dispositivo, maestras y maestros seguimos y seguiremos adelante sosteniendo el derecho a la educación, exigiendo una y otra vez mejores condiciones para niñas, niños y adolecentes de nuestro país, en ese sueño de educación de excelencia que las elites nos prometieran pero que no han cumplido; en definitiva, seguiremos luchando por otros mundos en que el actual sea cosa del ayer.

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Jaime Juyo Hernandez: