Por: Raúl Bermúdez Márquez
A comienzos de los años 90, un economista belga de nombre Gunter Pauli, profesor de diseño sistémico de la Facultad de Torino fundó la conocida fábrica de jabones ecológicos Ecover. En esa experiencia descubrió que biodegradable no es lo mismo que sostenible.
Mientras el consumo de jabón biodegradable aumentaba y ganaba más y más dinero se dio cuenta de que la creciente demanda de aceite de palma como materia prima provocaba la destrucción de millones de hectáreas de selva tropical de Indonesia, el hábitat de los orangutanes. Llegó a la conclusión de que nunca llegaremos a ser una sociedad sostenible haciendo lo menos malo.
En el terreno de la ética tenemos que pasar “del mal menor al mejor bien posible”. Pauli lleva años insistiendo en que el actual modelo de desarrollo no funciona; estamos rodeados de residuos y, aunque muchos pueden aprovecharse, no se hace. Resulta más cómodo emplear materias primas nuevas u optar por productos verdes más sostenibles, pero más caros.
Él, en cambio, escribe la ecología en azul. Es decir, una economía eficiente, que respete el medio y cree riqueza, valiéndose del conocimiento acumulado por la Naturaleza. Con un razonamiento simple, pero profundo, Pauli plantea realidades como esta: “Un café contiene sólo el 0,2 por ciento de la biomasa del grano. El resto es basura. Pero esa biomasa es un excelente sustrato para cultivar hongos. Con cada tonelada se puede generar media tonelada de hongos comestibles a mitad de precio. Y el desecho del sustrato tras la cosecha es ideal como alimento para animales porque es rico en aminoácidos esenciales.
La Naturaleza no conoce el concepto de la basura, no existe. El único ser vivo en la Tierra capaz de producir algo que nadie desea es el ser humano…” O como esta: “Supongamos que somos unos empresarios y nuestro negocio consiste en producir cerveza. En nuestra fábrica, como en el resto del sector, solo se emplea el almidón de la cebada y desechamos la proteína y la fibra, es decir, ¡el 92 % de la biomasa del cereal se va a la basura! Algo falla.
Si aplicamos la manera de funcionar de los ecosistemas a nuestro negocio, lo primero que haremos será preguntarnos ¿Quién está interesado en comerse estos desechos? Y pronto averiguaremos que las setas (hongos comestibles) digieren la fibra y producen más proteína que, por cierto, es ideal para los cerdos, que a su vez generan excrementos que producen biogás. Y el pH del excremento del animal genera lodo que es ideal para alimentar a las algas. Con los desperdicios de nuestra industria cervecera hemos producido setas, cerdos, biogás y algas. Estamos en el camino de la sostenibilidad y somos más competitivos”.
Esta es la filosofía empresarial de Gunter Pauli. Filosofía que en nuestro país y en nuestra región cobra una vigencia extraordinaria, como veremos en próxima entrega.