BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
Es fascinante oír o leer los diálogos entre Tola y Maruja en los que los errores gramaticales, fonéticos y fonológicos abundan intencionalmente como una forma de carnavalizar la sociedad colombiana. Esta pareja, que apela a la ironía y la sátira mediante el uso de la lengua vulgar o cotidiana, es absolutamente agradable y graciosa, en la medida en que proponen una manera distinta de percibir la realidad desde el humor.
Para Tola y Maruja el uso continuo de la metátesis, que es un error fonológico, marca su estilo. Dicha metátesis es el cambio de lugar de los sonidos dentro de la palabra, atraídos o repelidos unos por otros, como es el caso de íntegro por íntrego; Gabriel por Grabiel; dentífrico por dentrífico; meteorología por metereología; aeropuerto por areopuerto; naide por nadie y murciélago por murciégalo, entre otros.
Este tipo de errores son aceptables en los niños, en el habla vulgar o en espacios de humor, pero en otros contextos como radio, televisión, la política y en la academia, son inaceptables e injustificables, a pesar de la premisa afirmante de que la norma la hace el uso, pues muchos de estas inusuales expresiones se ponen en práctica por desconocimiento, pese al nivel académico de algunos profesionales en estos campos.
La lengua como estructura dinámica, está sujeta a variaciones y cambios muchas veces difíciles de contener pese a reglas gramaticales que tratan de regular su uso. La misma rutina social marca una forma de expresarse que muchas veces contradice la norma, pero casi siempre en contextos muy particulares en los que la informalidad se impone.
Fuera de sus disfraces humorísticos, a quienes representan estas dos mujeres chismosas y lenguaraces, se les harían imperdonables estas formas de expresión que son consideradas inapropiadas por constituirse en anomalías de la lengua.
Quien apela al uso de la lengua, especialmente a la oral para el ejercicio de su profesión en radio, televisión, en el aula de clases o en el campo político, debe marcar un estilo propio y responsable, distinguido por su claridad en la estructuración del discurso; debe ser impecable en la expresión de los argumentos que usa para persuadir o comunicar a través de actos de habla enmarcados en un contexto profesional que refleje su nivel de lengua y como tal su preparación para desarrollar con responsabilidad, precisión y eficiencia la acción comunicativa que le ha sido encomendada, desde el oficio de trasmitir información coherente y de calidad.
Estos errores fonéticos y fonológicos que cometen muchos adultos, son más comunes en los infantes de 3 a 6 años y tienen su origen en los procesos de simplificación del lenguaje adulto que el niño hace para desarrollar su competencia lingüística. Es apenas normal que alguien que está en proceso de adquisición de la lengua tenga problemas de desplazamiento fonético y fonológico, pero ya en adultos letrados es una cuestión difícil de aceptar, especialmente en aquellas personas que – de alguna manera- están involucrados con actos comunicativos masivos.
Es inadmisible que políticos, profesores y especialmente periodistas de radio y televisión a nivel local, sigan reemplazando la pronunciación de “ciudad” por la de “suidad”. Es crítico el uso desmedido y frecuente de este error que muchos lo han incorporado como forma normal de hablar pese a ser una incoherencia, lo que pone en duda su grado de responsabilidad al hablar con respecto a quienes lo escuchan.
Los locutores y presentadores de radio y televisión, algunos de ellos profesionales graduados, otros empíricos que insisten en darle mayor valor de uso a “suidad” en lugar de “ciudad”, entre otros errores, deberían someterse a talleres de expresión oral, de vocalización, profundizar en lecturas que ayuden a mejorar su léxico, fluencia y pronunciación, pues como orientadores que son, tienen el deber de expresarse correctamente, no sólo para una fluida comunicación, sino para servir de modeladores a niños y jóvenes radioyentes o televidentes que están en proceso de adquisición y fortalecimiento de su lengua. De allí la responsabilidad de ser buen ejemplo de habla para no caer en la vergüenza de ser criticados cada vez que incurren en estos elementales errores fonológicos por falta de contextualización de sus discursos a sabiendas que son personajes públicos.
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