Desde niño José Gregorio Castillo, más conocido como ‘Goyo’, contrajo poliomielitis, por lo que sus pies y brazo izquierdo no se desarrollaron normalmente.
Ante la mirada de incredulidad de muchos, hoy, con 37 años de edad, este hombre siente la música, la pintura y la expresa con su cuerpo.
Inició hace más de una década con una escuela folclórica y cultural que ahora es la Fundación Cultural Pa’lante, que ofrece espacios lúdicos a cerca de 80 personas de sectores vulnerables de esta capital.
EL PILÓN: En qué momento se dio cuenta que a pesar de su discapacidad, tenía las capacidades para enseñar.
José Gregorio Castillo: Cuando uno se propone las cosas uno puede llegar a hacerlas, se puede mejorar la calidad de vida, la parte emocional, física e intelectual. Decidí trabajar con niños y gracias a Dios la Escuela Mixta Número Cuatro del barrio Primero de Mayo, fue donde inicié como instructor de coreografía, de ahí mi profesor Roger Simanca, me apoyó para formar mi primer grupo infantil de danza.
E.P: ¿Cómo una hace una persona discapacitada para enseñar una coreografía?
J.G.C: No es fácil, porque hay muchas partes donde uno tiene que bajar subir, brincar saltar, dar giros y no es fácil por las condiciones en que me encuentro. Dios me ha dado talento para saberme expresar con los muchachos, de entenderme bien con ellos; que es lo que quiero, que es lo que busco y se han dado las cosas.
En muchas ocasiones hubo dudas por parte de la gente sobre mi idoneidad, por la discapacidad, pero al final los buenos resultados han respondido.
E.P: ¿Cuáles han sido esos buenos resultados?
J.G.C: Hemos tenido jóvenes con problemas de abuso sexual y drogadicción que ahora son grandes artistas que pertenecen a entidades dedicadas a la cultura, otros trabajan con grandes artistas de la música. Entonces para mi es una satisfacción que jóvenes que han salido de la calle, de las drogas y el alcoholismo han visto el mundo de otra manera, a través de la cultura.
E.P: ¿Con qué grupos está trabajando actualmente?
J.G.C: Con el grupo ‘Juventud del Pasado’, tengo a cargo más de 30 bailarines adultos mayores del barrio Doce de Octubre. Estoy trabajando también con la Fundación Cultural Pa’lante, donde tenemos más de 40 niños de los barrio El Pupo, Los Fundadores y Casimiro Maestre.
E.P: ¿Cuál es el propósito de la Fundación Pa’lante?
J.G.C: Primero que todo es rescatar los valores, hay que enseñarle al muchacho de donde proviene y que puede dar más adelante, para que sea una persona de bien y le sirva a la comunidad.
E.P: Actualmente en Valledupar existen muchas fundaciones que propenden por el bienestar de las comunidades vulnerables ¿Qué diferencia a la suya de las demás?
J.G.C: Ponerle el corazón a todo. Cuando nosotros salimos a enseñarle al muchacho, el entregamos el corazón, que vean el respeto, tolerancia, compañía y comprensión. Está fundación se ha caracterizado por educar tanto a los niños, jóvenes y personas de la tercera edad.
E.P: En su trabajo hay un gran contraste, enseñar a niños y a ancianos.
J.G.C: La verdad trabajar con niños y con la tercera edad es similar. Los ancianos vuelven a ser como niños y es muy fácil trabajar con ellos, porque intentan volver a tener esa fuerza de la juventud y en mi grupo lo hacen perfectamente.
E.P: Si con los niños busca alejarlos o rescatarlos de factores de riesgo como las drogas ¿qué busca con los ancianos?
J.G.C: El ejemplo para las nuevas generaciones. Nunca es tarde para aprender. Muchas personas son olvidadas en los ancianatos y he encontrado que aún pueden dar muchas cosas.
E.P: ¿Qué es lo más complicado de su labor?
J.G.C: A veces me ha tocado de mi trabajo sacrificar lo del hogar para poder darle la cosa a los niños, que tengan sus instrumentos de ensayo y vestuario. Hay poca ayuda para esta labor.
E.P: ¿Quiénes son esos pocos que lo apoyan?
J.G.C: Tenemos apoyo de la escuela CDV (Centro de Desarrollo Vecinal), donde ya llevo cinco años trabajando. De vez en cuando nos visita la Policía para darles charlas a los niños.
E.P: ¿Con qué sueña?
J.G.C: Tener mi propia sede, ampliar más la cobertura de la fundación, trasladarme a otros sectores que verdaderamente lo necesitan.
Por Martín Elías Mendoza
martin.mendoza@elpilon.com.co