Algo sobre
José Romero Churio
En estos momentos en que el atentado contra el ex ministro Fernando Londoño Hoyos, ha profundizado el rifirrafe entre el ex presidente Uribe y el presidente Santos. La incertidumbre de su autoría ha dado para que surjan tres conjeturas.
La de mayor aceptación es la que incrimina a las Farc. Otras inculpan a la derecha radical, argumentando que quiso sacrificar a uno de sus importantes representantes, como estrategia para desestabilizar al presidente Santos, a quien, el ex presidente Uribe y sus acólitos incondicionales consideran traidor, por el cambio de las políticas en las que participó como Ministro de Defensa Nacional, propinándole fuertes golpes a las Farc, que le valieron para llegar a la presidencia con el apoyo unánime del oficialismo.
Pero algunos opinan que el atentado pudo ser perpetrado por bandas criminales (Bacrim) conjuntamente con las Farc; mejor dicho, narcotraficantes en alianza con narcoguerrilleros, para provocar mayor confusión y pescar en río revuelto. En fin, solo suposiciones, en un país donde asesinan por cualquier contrariedad. En todo caso, lo que se desea es que las autoridades esclarezcan el acto terrorista y castiguen a sus ejecutores, tanto materiales como intelectuales, y no quede en la impunidad como otros crímenes similares.
Independiente de quienes sean los culpables y las causas de estos episodios tan violentos, la realidad monda y lironda, es que en Colombia están muy lejos de desaparecer, ya que son auspiciados por el contrasentido y contravía de la dirigencia política, que en el manejo de la administración pública dilapida y defrauda el erario, violando derechos de la gente pobre al negársele oportunidades de superación, dejándola con proclividad a alternativas delictuosas.
Si bien es cierto que nada justifica ningún homicidio. Sorprende que el intento de asesinato al ex ministro Fernando Londoño Hoyos, deje al descubierto lo tan oneroso que es al fisco estatal la protección de los ex altos funcionarios; en consecuencia, sería interesante que se revelara cuanto le cuesta al país el mantenimiento de los dos carros blindados y la numerosa escolta armada a disposición de Fernando Londoño Hoyos.
El costo de la seguridad de nuestros altos funcionarios sería mucho menor si no hubiera conflicto armado en el país, cuya prolongada permanencia, no puede negarse, que a nuestra dirigencia política también le corresponde culpabilidad.
Y ahora que la subversión guerrillera se financia con el narcotráfico, cuyo cultivo es fuente de trabajo en el área rural, lo que fortalece sus huestes y aleja aún más su desmovilización.
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Asombro general
Gran asombro nacional e internacional, ha suscitado la inesperada captura de Sigifredo López, por su presunta complicidad en el masivo secuestro de diputados del Valle del Cauca, efectuado hace más de 10 años en la sede de la Asamblea, ubicada en el centro de Cali, la tercera ciudad más importante de Colombia.
Su “salvación milagrosa” de la masacre cuando fueron asesinados sus 11 colegas en cautiverio, en verdad originó suspicacias, pero su conmovedor relato con gran serenidad y confianza del funesto secuestro disiparon las dudas.
Sobre la sorpresiva privación de la libertad de Sigifredo López, por su posible connivencia con las Farc; fundamentalmente, tengo 4 comentarios:
El primero es que sería una irresponsabilidad crasa de la Fiscalía, si no tiene pruebas contundentes para condenar al presunto criminal. De lo contrario, a la Nación le tocaría pagarle multimillonaria indemnización por daños y perjuicios.
Segundo, en caso de ser cierta su complicidad con las FARC. Al Capone, Bin Laden, Pablo Escobar, Adolf Hitler y demás criminales famosos del mundo, son palomas blancas al lado de Sigifredo López.
Tercero, es de sentido común, pensar que a sus 11 compañeros los eliminaron, por que ellos descubrieron la intervención de su compañero de cautiverio durante en el secuestro.
Cuarto, lo único que podría mitigar su condena, es la probabilidad de que haya colaborado con las FARC por intimidación. No se olvide que fue concejal y alcalde del municipio de Pradera, corredor importante de las Farc, donde esta organización monstruosa imponía su barbarismo.