“En agosto, en una pequeña ciudad de la costa, en plena temporada lluviosa cae una llovizna y la ciudad parece desierta. Hace tiempo que la crisis viene azotando este lugar, todos tienen deudas y viven a base de créditos. Por fortuna llega un millonario forrado de dinero y entra en el único hotel del lugar, pide una habitación, pone un billete de 100.000 pesos en la mesa de la recepcionista y se va a ver las habitaciones para escoger en la que se quería quedar.
El jefe del hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero. Este, toma el billete y sale corriendo a pagar su deuda con el criador de cerdos. Al momento este sale corriendo para pagar lo que le debe al molino proveedor de alimentos para animales. El dueño del molino toma el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con María, la prostituta a la cual hace tiempo no le paga. En tiempos de crisis hasta ella ofrece servicios a crédito.
La prostituta con el billete en mano sale para el pequeño hotel, donde había traído a sus clientes las últimas veces y que todavía no había pagado y le entrega el billete al dueño del hotel. En este momento baja el millonario que acaba de echarle un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, toma el billete y se va. Nadie ha ganado un centavo, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas”.
Quise compartir esta fábula sobre las bondades del desarrollo económico local, el cual concentra su esfuerzo en el consumo de productos elaborados o comercializados localmente por amigos, familiares o ciudadanos asentados en la región, en resistencia a las grandes superficies o almacenes de cadena e incluso las ventas virtuales, quienes se llevan el producido económico del ejercicio comercial a los confines del mundo, engrosando desconocidos bolsillos que en nada contribuyen a la activación económica que nos permite ganar a todos.
La enseñanza es que debemos consumir lo nuestro, preferir a nuestros emprendedores, etiquetar en nuestro intelecto la preferencia por los productos locales. Volver a la tienda del barrio, al pequeño emprendimiento, a esa pequeña empresa de la que derivan su sustento familias enteras, directa e indirectamente, y cuyas ganancias se invierten en salud, educación, pago de servicios y demás gastos, pero que sobre todo fomentan la capacidad de adquisición, comportándose como el exponencial crecimiento de una gran bola de nieve, la cual nutre de prosperidad a los demás negocios del entorno. Es nuestro compromiso particular.
Y como habitantes de una región, con marcado retraso en el crecimiento económico, debido a la limitación gerencial de mandatarios, cuyas acciones están cada vez más enmarcadas en la misión de una secretaría de obras públicas que en la visión integral de un líder, cuya inspiración administrativa va íntimamente ligada con la promoción del territorio como insumo indispensable para la reactivación económica, es inaplazable que aprovechemos el momento electoral de hoy, para evaluar cada gestión y con nuestros votos hacerles el reconocimiento o la reprobación, como complemento al mecanismo democrático que la normatividad identifica como rendición de cuentas.
Quiere decir que es el momento de apoyar o rechazar a los candidatos al Senado de la República y a la Cámara de Representantes con definidos apoyos electorales del gobernador y alcaldes, de acuerdo con el buen desempeño o negligencia de ellos. No solo es sacar pecho cuando se cuenta con los recursos públicos para una campaña política, también deben responder por sus aciertos y errores. Entonces, de todos y cada uno de nosotros dependerá que se salde la deuda y haya un cambio para bien en las condiciones económicas de todos. Atrévete a votar libremente. Un fuerte abrazo.
Por Antonio María Araújo Calderón