Obvio: es mejor que las Farc dejen de matarnos a que sigan haciéndolo. Pero el costo para la democracia y las instituciones republicanas ha sido descomunal:
a. Las Farc y el Gobierno, con complicidad del Congreso, rompieron el principio de la soberanía popular cuando se arrogaron la función constituyente, es decir, el poder de definir el texto de la Constitución, al determinar que los pactos de Cuba harán parte del bloque de constitucionalidad.
b. Hicieron añicos la Constitución y la sustituyeron al darle ese poder a la guerrilla y al Gobierno, al emascular al Congreso, al establecer una justicia especial de paz paralela e independiente del sistema ordinario, al establecer límites a las funciones de control de la Corte Constitucional, y al alterar el mecanismo de aprobación de leyes para que no haya suficiente discusión, análisis o control.
c. Se rompió la separación e independencia de los poderes públicos y se acabó el sistema de frenos y contrapesos indispensable en una democracia al otorgar facultades al presidente para que legisle sin límite y medida, al permitir que el Gobierno y las Farc decidan quienes serán los jueces de la justicia especial de paz, al establecer que esa justicia estará por encima de las altas Cortes, y al dejar al Congreso como un mero notario frente a los proyectos de ley y de reforma constitucional que proponga el Gobierno.
d. Con todo ello, se permitió que un grupo criminal redefiniera el modelo político y judicial del país.
e. Se premió el uso de la violencia como instrumento político no solo al dejar sin castigo real a los que asesinan sino al darles beneficios políticos como la capacidad de definir la Constitución, darles jurisdicciones electorales especiales para ser elegidos y control de medios de comunicación, y permitirles quedarse con sus fortunas criminales, beneficios que aquellos que nunca han matado ni han violado el código penal no tienen ni tendrán.
f. Se trató a los responsables de los más horribles crímenes de lesa humanidad y de guerra, como iguales, se les puso al mismo nivel del Estado, dándoles una legitimidad que no tienen y, de manera simultánea, poniendo en duda la preeminencia ética del Estado en el uso de la fuerza.
g. Se perdió en la mesa de negociación lo que con tantas vidas y sangre había ganado la Fuerza Pública y se puso a los soldados y policías en una posición jurídica y política inferior a la de los criminales.
Se puede seguir. Así que, repito, hay que aplaudir que las Farc dejen de matar. Pero acá no hubo sino unos ganadores: los criminales. Los demás, la democracia, las instituciones republicanas y los ciudadanos de pie, los que nunca han asesinado ni cometido ningún crimen, la inmensa mayoría, perdieron. Por eso no hubo fiesta en las calles ni celebración. La única victoria es de las Farc.
Por Rafael Nieto Loaiza