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La democracia

Recuerdo aquella frase de del gran Winston Churchill cuando afirmaba que “la democracia es el menos malo de los sistemas”. En las últimas jornadas electorales he sufrido mucho al acercarme al cubículo para ejercer mi derecho al voto. El puesto de votación en el que me encuentro registrado, una vez regresé a Bogotá después de vivir en Valledupar, me queda a unas 7 cuadras de mi casa. Siempre camino hasta allá y mientras avanzo voy pensando en mil cosas a la vez: qué triste es todo esto, no me siento feliz de marcar el tarjetón porque no me llenan los candidatos, entro en un estado de incomodidad profunda.

En la segunda vuelta presidencial mis sentimientos de ira, rabia e injusticia se exacerbaron. Elegir entre Petro y Hernández es la prueba más contundente de que tocamos fondo como estado, como sociedad. Marcar ese tarjetón por Hernández no me hizo sentir mejor, sólo me permitió no sentirme peor.

Ahora, por lo menos en Bogotá, las cosas son similares. Quiero pensar que llegó el momento de arrebatarle la alcaldía a la nefasta izquierda que nos ha impuesto un modelo de pobreza, atraso e inseguridad absolutos. El tema me lleva a analizar a 3 candidatos: Galán, Bolívar y Oviedo, no sin antes aclarar que Molano y el General Vargas resultaban para mí ser buenas opciones.

Galán ha tenido paciencia y ahora parece tener segura o la alcaldía o por lo menos llegar a la segunda vuelta. La única opción para que lo acompañe con mi voto, sería en una hipotética segunda vuelta que lo enfrentará a Bolívar. Galán representa esa política tradicional, de gamonales y de clientelismo, que siempre he combatido. Votar por Galán me genera la misma repulsión que hacerlo por Juan Manuel Santos. El combo Galán apoyó el proceso de paz y ha vivido del estado durante al menos 3 décadas. Gloria Pachón, viuda de Luis Carlos Galán y mamá de Carlos Fernando, ha manifestado que las ideas de su fallecido esposo son muy similares a las de Petro. ¡Falso! No puede mancillarse el nombre de Galán, padre, de esa manera. Galán tenía muchas similitudes ideológicas con el presidente Uribe y ahora, los hacen ver como antagonistas. De hecho esta particular familia habla mejor de Petro que de Uribe, ¡sinvergüenzas!

Evidentemente tendría que estar completamente loco para votar por Bolívar. Llevo peleando contra esas ideas toda mi vida. Soy orgullosamente de derecha, siempre lo he sido, creo en el capitalismo, en que los empresarios crean riqueza y empleo, en la iniciativa privada por excelencia y sueño con un estado gendarme, pequeño, con pocos funcionarios, que mantenga el monopolio de las armas, combata a los delincuentes e invierta mucho en lo social desde el principio de equidad. Bolívar me parece un ser tan extravagante como lo son sus libretos, retrógrado y resentido como su jefecito. Ojalá quede fuera de la segunda vuelta y ni siquiera pueda ser concejal de la ciudad. ¡Chao papá!

Oviedo me genera sentimientos encontrados. Por un lado es un tecnócrata, que lo proyectó como un buen gerente, considero que Bogotá necesita eso. Es serio, honrado, rosarista como yo, claro al hablar y me parece que un trabajador incansable. Me molesta mucho que se desmarque del expresidente Duque y del Centro Democrático con desdén y mostrando desagradecimiento. Eso me pone a pensar mucho. Me gustaría, sabiendo que ni Molano ni Vargas tienen opciones, que llegara a la segunda vuelta y le ganara a Galán. En ese escenario lo apoyaría mostrándole un mayor compromiso de mi parte.

Triste sentir tan lejanas esas jornadas electorales en las que salía feliz del puesto de votación, en las que había coincidencia total entre un voto consciente y pleno con lo que marcaba en el tarjetón. Ganábamos sobrados sin requerir de segunda vuelta, la guerrilla estaba replegada y en su mínima expresión, ahora gobierna. Tiempos aquellos que hoy parecen muy lejanos y que sólo me generan nostalgia. Tiempos de mucha inversión extranjera y gran crecimiento económico, tiempos prósperos a los que Colombia les dio la espalda para luego elegir todo lo contrario. Nosotros mismos truncamos nuestro futuro.

Por: Jorge Eduardo Ávila U.

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