Dos importantes reuniones internacionales se realizan por estos días en Toronto, Canadá. En primer lugar, la cumbre del G-8, nombre con el cual se designa al grupo de países más poderosos del mundo por su riqueza económica y su influencia política, integrado por: Estados Unidos, Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón, El Reino Unido y Rusia.
Y la segunda es la llamada Cumbre del G-20, integrada por los anteriores pero además por: otros países de la Unión Europea; Corea del Sur, Argentina, Australia, Brasil, China, Indonesia, México, Arabia Saudita, Sudáfrica y Turquía.
Tradicionalmente en estas reuniones no suceden hechos extraordinarios y más bien son encuentros de carácter protocolarios y que buscan estrechar las relaciones entre los mandatarios de los distintos países. No obstante lo anterior, esta vez de estas importantes reuniones pueden salir directrices de políticas multilaterales que, tarde o temprano, terminarán afectando a todos los países.
Esto debido a que esta vez estas reuniones se realizan en una coyuntura compleja de la economía internacional. Mientras, Estados Unidos apenas está saliendo de la crisis más grave de su historia, luego de la recesión de los años 30, en el siglo pasado; algunos países de Europa afrontan una seria situación fiscal, que ha generado desconfianza en los mercados financieros internacionales y que tendrá un alto costo para todos los europeos.
En Estados Unidos se está tramitando una dura reforma financiera que busca aumentar los controles y los mecanismos de supervisión sobre los bancos y otros actores del sistema financiero, con el fin de reducir las posibilidades de especulación y en general bajar los niveles de riesgo del sistema, que se relajaron en los periodos de vacas flacas en los tiempos de Bush hijo y Alan Greenspan, al frente de la Reserva Federal (Autoridad Monetaria de ese país).
Estas políticas, tarde o temprano, se reflejaran en reformas financieras en nuestros países, este será uno de los costos menores de una crisis que puso en riesgo el proceso de globalización y que aún plantea serio retos a las organizaciones económicas internacionales.
Por los lados de Europa, ante la crisis de Grecia, y la situación de Hungría, y en menor proporción España, implicará unas drásticas medidas en el frente fiscal: aumento de impuestos, recortes en el gasto público e inclusive restructuración de deudas en países en los cuales nunca se pensó que esto podría ocurrir.
En medio de ese panorama, es lógico que existan criterios divergentes sobre las opciones para mejorar la crisis, sin que la Unión Europea termine fracturada y el modelo de la moneda única se vuelva añicos ante la imposibilidad de coordinar las políticas macroeconómicas de tantos países.
Es de resaltar la invitación especial que recibió el Presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, quien participó y explicó a los mandatarios asistentes los principales logros de su gobierno, fundamentalmente la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, y la construcción de un mejor ambiente para la inversión extranjera en Colombia.
Aprovechó nuestro Presidente esa visita para insistirle al Presidente Obama la importancia de su apoyo al TLC, instrumento clave para el desarrollo de nuestro comercio exterior y logro importante de la gestión de Uribe, pero que por controversias internas en EEUU no ha sido posible firmarlo y concretarlo. Como también a insistir en la necesidad de esa comprensión y apoyo contra los grupos violentos internos. La gestión de Uribe se reconoce de manera destacada más allá de nuestras fronteras.