Familias enteras con historias de vida, se ven obligadas a regresar de Venezuela por razones similares a las que un día abandonaron a Colombia. La crisis que enfrenta el hermano país, ha convertido lo que una vez fuera un buen vividero en un desierto donde para sobrevivir hay que batallar.
La situación se ha complicado y ayer por orden del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, fue enviado desde ese país hacia Colombia, un bus que transportaba a colombianos, quienes fueron sacados, algunos solo con la ropa que tenían puestas, cumpliendo la orden de ser deportados, otros en cambio se regresan por sus propios medios y no faltan los venezolanos que salen de su tierra natal para buscar un mejor futuro laboral.
Muchas son las historias que se tejen con respecto al problema por la que atraviesa el vecino país, una de ellas es la historia de José Manuel Arrieta Colina, de 20 años, venezolano de nacimiento y Wendy Fernández Hernández, colombiana de 18 años. Ellos son dos jóvenes esposos que enfrentados a una dura batalla por sobrevivir en medio de la hostilidad que padece Venezuela se vieron obligados a regresar a Colombia.
Hace seis años, Wendy Fernández viajó desde Colombia con su familia hacia el vecino país en busca de lo que muchos anhelan: mejores oportunidades. Una vez radicados y con planes en mente, Wendy conoció a un joven venezolano llamado José Arrieta con quien inició una relación amorosa dando como resultado el fruto de su amor, el pequeño José Miguel Arrieta Fernández.
De manera inicial, los planes parecían ser prometedores, una nueva familia, un nuevo integrante y un país prometedor, pero es ahí cuando la crisis entró con más auge a Venezuela y sin pedir permiso.
Las interminables colas por un papel higiénico, unas toallas higiénicas, una canasta de huevos o una crema dental para el uso de los dos se convirtieron en doble esfuerzo con el nacimiento de José Miguel, ya que los pañales, los biberones y la leche en polvo eran un viacrucis más por recorrer.
Wendy Fernández dijo que aún su hijo antes de nacer se vio en riesgo de muerte por la falta de atención y medicamentos. “Para ingresar a un hospital hay que comprar no solo las medicinas, sino también llevar consigo la destroza y las jeringas dependiendo el procedimiento que se deba realizar”.
Esta vez la joven se sometió a un paseo por una serie de hospitales debido a que la mayoría cuenta no solo con una pésima atención sino que carecen de medicamentos, según el relato de Wendy. La importancia de la situación era prioritaria y la vida de su hijo corría peligro, era como si su pequeño supiera lo que le esperaba fuera de la protección y la comodidad del vientre de su madre; a pesar del infortunio y de muchas anomalías en el trato con ella y su bebé, nació José Miguel por medio de cesárea realizada por urgencia.
José Miguel Arrieta esposo de Wendy y quien es venezolano de nacimiento, dijo con sentido de pertenecía, “tuve la oportunidad de disfrutar la Venezuela bella donde nunca cambiaría por otro país, pero cuando cumplí 15 años sufrí un cambio que impactó mis sueños y esperanzas”.
En Venezuela los jóvenes no son los mismos que se veían jugar balón en la calle de barrio, ni los emprendedores que una vez se proyectaron con ideas brillantes para el bien de su país, la educación ha dejado ser una prioridad y muchos profesionales egresados de universidades se ven por las calles peleando por derechos que le han sido negados por abuso de autoridad, y otros atropellos.
“Me vine con mi esposa y mi hijo porque simplemente Venezuela dejó de ser ese buen vividero para convertirse en la última opción para vivir”, contó José Manuel con una luz opaca en sus ojos, tal vez de nostalgia al recordar el país que lo vio nacer y que extraña, pero que la situación socioeconómica está pasando por uno de los peores momentos.
Hoy viven tranquilamente en Valledupar, ciudad natal de Wendy Fernández, donde comen lo que quieren sin tener que hacer largas filas y pueden conseguir cómodamente en la tienda de la esquina.
Aún la crisis no se refleja
Al respecto de cómo afecta la crisis de Venezuela al Cesar, el secretario de Gobierno Departamental, Raúl Maya indicó que la situación se mantiene estable pero en estado de alerta, sin embargo manifestó que la problemática se está viendo un poco más afectada por la zona de Cúcuta que por la vía de La Guajira, información que coincide con la suministrada por el director de la Regional Cesar – Guajira de Migración Colombia, Miguel Enrique Romo, que afirmó que la entrada de personas a Valledupar es de 1.600 y los porcentajes siguen normales, no se presentan anomalías frente a esta situación.
Puesto de mando
Ya fortalecidas y confirmadas las investigaciones de Policía Nacional, organismos Humanitarios y Migración sobre el problema de la frontera, el Gobierno se pronunció con el siguiente informe:
751 personas fueron atendidas, entre ellos 612 adultos fueron deportados y 139 menores fueron repatriados. Entre todas estas personas, 514 son atendidas en albergues situados en Villa del Rosario, Cúcuta y 237 han sido repatriados a sus hogares en Colombia. 146 menores han podido regresar a sus clases en Colombia ya que en Venezuela le habían sido negadas. 56 pasaron por el puente internacional Simón Bolívar y 90 por puente Unión de Puerto Santander. El Gobierno Nacional seguirá trabajando para velar por los derechos y el cuidado de los connacionales, así lo informó la Canciller María Ángela Holguín en Cúcuta, luego de la reunión que sostuvo con el Ministro del Interior y el Gobernador en el Puesto de Mando Unificado para atender a estas personas que fueron sacadas de Venezuela.
Hasta el momento, según información del Secretario de Gobierno Departamental y del Director Regional de Migración Colombia, en la región se ha mantenido el ingreso de personas procedentes de Venezuela pero no ocurre lo mismo por el lado de Cúcuta.
Por: Katheryn Sarmiento Torres/ EL PILÓN