Por Carlos Guillermo Ramírez
Tradicionalmente la Universidad, ha sido una especie de campus idealizado, mediante la cual se proyecta el concepto de una comunidad ideal que comprende el currículo y lo extracurricular o como el establecimiento académico para realizar el sueño de cambiar la vida del hombre y aun más de modificar la sociedad a partir de una estructura básica: institución, organización y comunidad.
De hecho, para su funcionamiento se requiere de la financiación del Estado y de todo un sistema jurídico que le permita desarrollarse bajo el principio de la autonomía universitaria de la forma como lo prevé la Constitución Política y la ley 30 de 1992. En cuanto a la financiación es notorio que la provisión que hace el Gobierno Nacional para costear el funcionamiento de las 32 universidades estatales existentes en el país es insuficiente, de hecho la fallida reforma a la citada ley 30/92, apuntaba a mejorar las fuentes de financiación, aumentando del (PIB) sobre la base presupuestal inicialmente fijada. Sin embargo, hay que advertir que la crisis de la educación superior en nuestro país, no es solamente por causas económicas, sino que al compás existen otras posibles causas que la agudizan. Según voces de especialistas, señalan entre otras: la deserción escolar, ya que por esta causa muchos de los estudiantes se obligan a truncar sus estudios y por ende, abandonar sus aspiraciones.
Otra de las causas identificadas, son las constantes reformas curriculares y cambios sistemáticos en el proceso de enseñanza- aprendizaje, básicamente relacionado con los créditos académicos y los ciclos de perfeccionamiento y profundización, lo cual produce dificultad a los estudiantes a la hora de avanzar.De igual manera, la débil comunicación entre docentes y estudiantes en el proceso enseñanza aprendizaje, donde poco se tiene en cuenta el aspecto emocional del estudiante, sobre todo, en un país convulsionado, por problemas familiares, sociales, políticos, de religión y la violencia generalizada que viene azotando el país hace ya varias décadas; sumado a ello, el desgano de los jóvenes en su rol de estudiantes y por otro lado, la falta de claridad y conocimiento del mundo pedagógico por parte de quienes ejercen la docencia por casualidad y no por vocación, desconociendo que el acto pedagógicos es un “acto de infinito amor”.
En lo que respecta el Departamento del Cesar, son preocupantes las cifras que anunció en visita reciente a Valledupar la Ministra de Educación, sobre los datos (IPES) Índice de Progreso de la Educación Superior (IPES), que mide el estado de la educación superior en las diferentes regiones apoyándose en indicadores como: Calidad (Resultados Saber PRO), Acceso (Estudiantes matriculados) y Logros (Estudiantes graduados), encontrándonos en el penúltimo puesto entre 23 Departamentos con 14.9%, lo cual nos hace prender las alarmas y reflexionar a la vez, sobre la situación por la que está atravesando la educación superior en esta región y de paso nos obliga hacer un llamado de atención a la comunidad escolar de estos entes universitarios para que se revise lo que se está haciendo en las aulas de clases.