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La cremación: un tormento más para las familias

En este difícil año, lleno de tragedias, masacres, incertidumbres, deterioro económico, desintegración del núcleo familiar en su contexto armónico y emocional, vemos con tristeza como diariamente los titulares de los distintos medios noticiosos a nivel nacional reportan el número de fallecidos como una cifra más que llega a engrosar la tenebrosa lista de todas las personas a las cuales el covid-19 les ha arrebatado la vida de una manera inesperada e inmisericorde, ante la imposibilidad de un sepelio digno.

A lo largo de este periodo nefasto para la humanidad, en donde muchos hemos perdido amigos o familiares, observamos como los deudos tienen que enfrentarse a otra situación más deprimente y por demás vergonzante que la propia muerte: no poder sepultar dignamente el cadáver de su ser querido.

Al dar por terminada la vida, como es natural, el cuerpo entra en un proceso de descomposición por lo cual los dolientes en condiciones normales cuentan con la posibilidad de decidir entre el proceso de la inhumación o enterramiento tradicional del cadáver, o recurrir al método de la cremación mediante el cual este es reducido a cenizas.

Hoy con la existencia desafortunada de esta pandemia, con el número cada vez más elevado de cadáveres y ante la incertidumbre de poder contagiar a los demás, la opción de la cremación ha sido la elegida por las autoridades sanitarias para el destino final de estos cadáveres, aunque la Organización Mundial de la Salud ha dejado claro que: salvo en casos de las fiebres hemorrágicas (como el ébola o la fiebre hemorrágica de Marburgo) y del cólera, los cadáveres no suelen ser infecciosos-, y que además: Solo pueden serlo los pulmones de los pacientes con gripe pandémica si se manipulan de manera incorrecta durante una autopsia. De otro modo, los cadáveres no transmiten enfermedades, este ha sido hasta el momento el método más práctico escogido y que en teoría debe durar unas horas, pero existe información de ciudades que por las largas colas de cuerpos en espera, pueden tardas días o semanas.

Hasta el momento en Colombia contamos con una cifra cercana a los diecisiete mil decesos por el covid-19, motivo por el cual el Ministerio de Salud ha venido extremando medidas tendientes a evitar la proliferación del virus en el entorno del cadáver, sobre todo en el personal de salud, familiares y en las personas que tienen que ver con la manipulación y traslado de los mismos.

Por tal razón prohibió la práctica de necropsias a todo fallecido con diagnóstico probable o confirmado por covid-19, el cual además no podrá ser trasladado a un sitio distinto al de su fallecimiento. Según Fenalco, en Colombia existen alrededor de trescientos hornos crematorios que al parecer no están dando abasto con la demanda.

Me han informado personas que han tenido que pasar por este suplicio, que no saben qué les causa más dolor y pesar: la pérdida del ser querido o no poder darle cristiana sepultura. “Es como si le entregaran a uno una libra de sal”, me comentó alguno. Tener que conformarse con verlo en la distancia, en una bolsita de miedo y malos recuerdos, y no poder darle un beso, un abrazo, hablarle al oído aunque no lo escuche y hasta desmayarse en el trayecto al cementerio, es una dura pena y una amarga despedida por la cual han tenido que pasar los familiares de estas personas a las que sin quererlo, la vida se les fue en un instante por la presencia de un virus mortal venido de China a causar tanto daño y pesar en nuestra gente.

Indudablemente, tiempos tristes, dolorosos y lamentables hemos tenido que afrontar los seres humanos, que solo nos invitan a seguir promoviendo el autocuidado, el uso del tapaboca, lavado frecuente de manos y el distanciamiento social como única herramienta de prevención mientras la tan anhelada y esperada vacuna nos acompaña con su deseada presencia.

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Gabriel Dario Serna Gomez: