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La cosificación de las personas y la personificación de las cosas

Mucho se habla de la inversión de los valores éticos y morales en nuestra sociedad, pero nada lo evidencia tan claramente, como la tendencia de considerar la vida humana como una cosa, o una mercancía despojándola de su valor intrínseco. La génesis de los Derechos Humanos, estriba precisamente en estimar al hombre como sujeto de derechos, sin otra consideración diferente a su propia naturaleza humana, estableciendo el derecho a la vida, como derecho fundamental y la razón de ser, de los demás derechos. No obstante, nuevas corrientes del pensamiento han logrado imponer un nuevo paradigma en virtud del cual la vida es valorada desde el punto de vista estrictamente utilitarista. Es así como si una persona se encuentra en estado vegetativo, por causa de una enfermedad, se la considera no útil, se acude entonces al derecho, en busca de una salida digna, que sería en este caso la Eutanasia.

Es el fenómeno de la cosificación de la vida humana, en el que la salud, ya no se circunscribe a la relación médico-paciente, sino a un entramado de empresas prestadoras del servicio de salud, divorciadas de las incómodas concepciones humanistas, pero eso sí, visionando siempre, la posibilidad de obtener mayores dividendos económicos.

A lo anterior se une otro fenómeno concomitante, que consiste en la humanización de las cosas, en virtud del cual los aparatos por culpa de la tecnología, parecen cobrar vida. Ahora hay que ponerle nombre al P.C., y algunos adjetivos, en otrora exclusivos de la especie humana, como es el caso de la acepción inteligencia, definida en sentido estrictamente científico y general, como la capacidad innata que tiene el ser humano para analizar y adquirir cierto grado de aprendizaje durante toda su vida, hoy sufre, por razón de la tecnología, un cambio drástico, siendo aplicado también a los objetos inanimados, así ocurre con los llamados teléfonos inteligentes.

Francisco, refiriéndose a todos estos avances modernos advierte: “La ciencia y la técnica, en unas pocas décadas ha transformado nuestro ambiente de vida y nuestra forma de comunicarnos y de vivir, y está transformando en cierto sentido nuestro propio modo de pensar y de ser, influyendo profundamente en la percepción que tenemos de nuestras posibilidades y nuestra identidad.

Por un lado estamos como admirados y fascinados por el maravilloso potencial que nos abren, por otra parte, sentimos temor y tal vez miedo, cuando vemos lo rápido que avanza este desarrollo, los problemas nuevos e imprevistos que nos plantea, las consecuencias negativas –casi nunca queridas y sin embargo reales– que trae consigo. Con razón nos preguntamos si somos capaces de conducir los procesos que nosotros mismos hemos puesto en marcha, si no se nos estarán yendo de las manos, si estamos haciendo lo suficiente para tenerlos bajo control”.

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Dario_Arregoces: