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La corrupta Unidad Anticorrupción

La gran noticia de la entrega de armas de la guerrilla de las Farc se vio empañada por la captura de Luis Gustavo Moreno involucrado en un serio caso de corrupción en la Fiscalía General de la Nación, ejerciendo funciones como director de la Unidad anticorrupción de esa institución. La lucha contra la corrupción no podrá avanzar si el principal organismo encargado de perseguirla se pudre por dentro, podrán los ciudadanos denunciar, podrán hacer reuniones con veedores, los medios de comunicación inundarán sus espacios publicando actos de apropiación de recursos públicos, pero si la corrupción es controlada por la misma corrupción nadie nos salvará de esta tragedia.

En lo que se conoció sobre el perfil de este fiscal podemos preguntarnos qué lleva a una persona con tan deseable perfil académico y profesional desviar su camino y en una actitud autodestructiva hacer trizas lo que en tan poco tiempo construyó; en menos de 10 años tener dos maestrías, publicar un libro, actuar como defensor en los casos más importantes de la mal llamada parapolítica en el país, crear relaciones con magistrados de las altas cortes y con otros altos funcionarios del Estado hasta lograr ser nombrado director de una de las unidades más codiciadas y significativas de la institución encargada de perseguir el delito en nuestro país.

Lo que está ocurriendo con el señor Luis Gustavo Moreno se parece a lo sucedido con el recordado Inocencio Meléndez, condenado por los hechos que originaron los procesos por el “cartel de la contratación” en Bogotá, Meléndez también lo arriesgó todo, su trabajo, su prestigio, su imagen como profesional, docente universitario y tratadista en temas contractuales; tanto conocía del asunto que usó sus conocimientos para la perversidad administrativa.

En muchas ocasiones la confianza para los altos compromisos del Estado se confiere a personas con una asombrosa hoja de vida, lucen con orgullo y algo de prepotencia los títulos otorgados por universidades de renombre, incluso del extranjero, muchos sufriendo de esa enfermedad que hoy se conoce como la “titulitis”, pero solo un momento de gloria, una pequeña oportunidad y allí muestran su verdadera naturaleza, la verdadera razón de ser de tantos diplomas, únicamente documentos que les permitieron escalar en instancias de poder solo para extorsionar, para robar, para actuar peor que aquellos a quienes deben vigilar o investigar.

No nos explicamos por qué no pasa nada en un país donde los actos de corrupción se dan silvestres y la respuesta está en esa cadena de favores y ambiciones en la quedan atrapados investigador e investigado. Por personas como Luis Gustavo Moreno es que otros con méritos, pero más honestos, no llegan a esos sitios que les permita dar ejemplo a la sociedad, vivimos en un país que prefiere a los Pretelt que a los Uprimny; creemos que la honorabilidad está en la silla y el escritorio y no en las ideas y el patrón de conducta que marcamos con cada actuación, le damos un minuto de fama a los que se aprenden un discurso vacío y van a esferas nacionales regresando al mismo cargo local con más penas que glorías, con más deudas que aciertos en sus ejecutorias, con más interrogantes que soluciones en su desempeño y no medimos el impacto que realmente logran dejar en el ciudadano una huella, una marca con la que se sienta identificado y sea el faro que ilumine el camino para cambiar nuestro horizonte, nuestro futuro.

El exgobernador de Córdoba, Alejandro Lyon, pasó de ser victimario a víctima, de ser señalado en grandes escándalos en su departamento por el cartel de la hemofilia, salud mental y sospechoso en el homicidio de su jefe de regalías Jairo Zapa; todos esos casos deberán esperar porque el mismo Fiscal Anticorrupción le dio la excusa perfecta para no responder en Colombia por todo lo que ocurrió en su administración.

Por Carlos Andrés Añez

 

Categories: Columnista
Carlos Andrés Añez Maestre: