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La corrupción, el combustible de la guerra

Las opiniones sobre la paz están claras. ¿O no? Miremos. El noventa por ciento de la comunidad desde todos los estratos anhela la paz. Dejamos un diez por ciento de margen para los guerreristas. (No debe leerse uribistas). Si hablamos del proceso, se dividen las estadísticas. Unos hablan que no puede existir paz con impunidad, otros que la paz tiene su costo; perdón… borrón y cuenta nueva. La resistencia civil dice: “no más Santos”, los del Centro Democrático creen que este gobierno ha sido más perverso que el de Uribe, ¿Seré yo maestro? Dicen no a un proceso de paz donde no se castigue a los guerrilleros.

Por otro lado, hay quienes dicen: es mejor la paz que la guerra. La gran alianza por la paz en el Cesar, es un ejemplo; más de veinte organizaciones sociales le dicen si a la paz. Sin importar las diferencias por el “mal gobierno”. En medio de esto, vienen al escenario del escepticismo, las preguntas: ¿Será que sí se firma la paz? ¿Se le dará curul en el congreso a Timochenko y su corte de bandidos? ¿Convertirán las Farc en un sistema social Castro Chavista a Colombia? ¿Y las viudas, huérfanos y desplazados y su sentir de ultraje sin reparación dónde quedan?

Dos personajes y, más que los personajes sus apreciaciones, me llamaron poderosamente la atención en las redes sociales por estos días: por un lado el señor alcalde de Cali, Mauricio Armitage, dice que debemos pedirle perdón a las Farc, él es un convencido que el perdón es de doble vía. “La guerrilla tiene que pedir perdón, pero nosotros también le tenemos que pedir perdón a la guerrilla por haberlos conducido a que estén 60 años dando bala, tenemos una sociedad injusta, que no ha creado las oportunidades y condiciones para que tengamos un país más justo”.

Rodolfo Hernández, alcalde de Bucaramanga, un ingeniero civil de setenta y dos años, a quien la guerrilla le tiene secuestrada una hija, hace siete años y por quien piden dos millones de dólares de rescate, dice: “tengo la plata, pero no pienso pagar un peso”. Él, desde su análisis técnico apolítico, o muy político mejor. Desde la óptica ideal política, se pregunta: “¿Qué es la violencia? ¿Qué es la guerra? Responde: La guerra es el producto de la corrupción, la corrupción es el combustible de la guerra. Se acaba con la corrupción, la guerra se acaba. Esta carestía generada por fenómenos como “el del niño”, otro capítulo de la corrupción; si se miran las estadísticas de Planeación Nacional, del Ministerio de Hacienda, inversiones para sanear los ríos, proteger las cuencas, son billones de pesos y no se ha hecho nada, la plata se evapora, solamente quedan estadísticas, nadie dice para qué bolsillo se fue esa inversión y por lo general son riquitos los que se quedan esa plata, no son los pobres”. Queda abierto el análisis y la discusión. ¿Usted qué opina? Sólo Eso.

Por Eduardo Santos Ortega Vergara

 

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