Que en el departamento de Córdoba y en la ciudad de Ibagué sean conocidos Alejandro Lyons y Luis H. Rodríguez, es más que normal, toda vez que su ejercicio político los llevó a ser gobernador y alcalde de los respectivos entes territoriales. Pero el haber adquirido talla de personajes del orden nacional y el evidenciar las tragicomedias que sus nefastas actuaciones generaron, no hubiera sido posible sin el control fiscal propio de la Contraloría. ¡Qué personajes!
El Chómpiras y el Botija; creados por un Chespirito que para nuestro caso corresponde a lo que llamamos realidad nacional.
El Chómpiras, un chupasangre de los recursos que del Sistema General de Participaciones se destinan a la salud de su departamento, dando origen al tristemente célebre “Cartel de la Hemofilia” y el Botija, generador del perverso juego de acabar escenarios deportivos y no hacer los que su ciudad necesitaba.
La Contraloría es una entidad conformada por 2.300 funcionarios que laboran sólo en Bogotá y 2.000 más en las gerencias regionales, con sus defectos, es mucho lo que tiene que aportar al país.
La sectorización dentro de la misma, que no es nada distinto que la posibilidad de ejercer control fiscal a 577 sujetos de control, implica principalmente auditarlos, y permite que periódicamente estos sujetos tengan un vigilante encima; evaluando mediante un control posterior la gestión de cada uno. Además, se mira la ejecución de los recursos que reciben los departamentos y municipios, provenientes del Sistema General de Participaciones y del de Regalías.
Fue la Contraloría la primera en poner el dedo en la llaga, frente a las posibles irregularidades en la ejecución del Programa de Alimentación Escolar, en donde el mismo presidente Duque ha mencionado que “el manejo dado al PAE es una vergüenza”.
Es de entender que la gente del común, que en muchos casos está muy enterada de los actos de corrupción que se evidencian en las distintas regiones del país, quiere y exige más de sus instituciones, sobre todo resultados, que en el caso de la Contraloría, corresponden a fallos con responsabilidad fiscal. En ese sentido ser criticado y examinado e incluso autoevaluarse no está mal; por el contrario ayuda a mejorar competencias y funciones.
A la Contraloría, le falta más celeridad, sobretodo en la instancia procesal, es evidente, seguramente más resultados en especial de corte regional; pero cuando un exgobernador como Alejandro Lyons o un exalcalde como Luis H. Rodríguez, son evidenciados, la sociedad se siente reconfortada o menos burlada.
Una entidad que opera por sectores, donde el 96% del recurso humano son funcionarios de carrera administrativa, debe seguir construyendo en cuanto ha entender que está pensando la sociedad frente a la corrupción y en consecuencia, esforzarse en términos de celeridad en los resultados.
Josefina Castro González