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La confusión democrática en Latinoamérica

La democracia en América Latina está enferma, y de ese problema no se escapa un solo país de la región. Omito mencionar a Cuba, por considerar que, en ese país, la sucesión familiar en el gobierno habla por sí sola con relación a su sistema político. También omito a Venezuela, de boga en estos momentos por su controvertida elección, que deja reelegido como presidente a Maduro. 

Entonces, la democracia en América Latina es discutible; no en un país en particular, sino en casi todos.

El investigador Iván López Díaz afirma que la democracia es uno de los grandes conceptos a discutir dentro de las Ciencias Sociales. Su dificultad para describirla de manera completa ha generado diversos debates a académicos que han dedicado toda una vida. Asegura que hay varios ejemplos de ello, como Bobbio (1985), Sartori (2007) o Dahl (1989), a quienes debemos su concepción de la democracia como un conjunto de reglas procesales para la toma de decisiones colectivas con la búsqueda de la mayor participación, agregó López.  

Pero no se puede hablar de los conflictos de los países latinoamericanos a espaldas de una realidad tangible y es que, en esos conflictos sociales, hay un ingrediente activo que es casi el detonante de las divisiones y de los enfrentamientos, que han pasado de debates políticos a acusaciones diversas. Se recuerda que EE. UU., después de la Segunda Guerra, utilizó su poder económico, militar y todos los organismos financieros -dado el enflaquecimiento de la mayoría de los países del mundo y escudándose en un anticomunismo- para sancionar a los Estados que no se formaban a sus intereses económicos y estratégicos. 

Para Cuba, además de las sanciones económicas, EE. UU. mantiene el bloqueo económico. También, en su afán de poder avasallador, decidió no renovar el alivio al petróleo y gas venezolano ante los incumplimientos de Caracas a sus compromisos electorales con la oposición.

     Es claro que ningún gobierno en América Latina, por eficiente que sea su labor, puede hablar de unanimidad en la aceptación de sus acciones; siempre existen los interesados en señalar a cada gobierno como esclavo o “arrodillado” de uno u otro sistema, con lo cual se escinde la opinión y se genera confusión, quizá con el malévolo objetivo de “pescar en río revuelto”.

     El problema, sin embargo, no es tan simple. La incursión de esas dos fuerzas al interior de los países latinoamericanos ha traído consecuencias, en el caso de Colombia, por citar sólo un ejemplo, aunque la misma situación vivieron México, El Salvador y otros países de Suramérica.

     Se indica que algunos miembros de la Escuela de Frankfurt no han dudado en señalar que el problema de América Latina es que siempre ha sido una región importadora de modelos y que, en cambio, no ha diseñado modelos que se ajusten a sus verdaderas necesidades y proyecciones.

     Que la democracia en América Latina está enferma es una realidad; ahora bien, esta afirmación es relativa; se dice que la democracia está enferma, porque todos los gobiernos se predican democráticos y ninguno admite la más mínima duda sobre la transparencia de los medios de que se han valido para llegar al poder y perpetuarse o tratar de perpetuarse en él, cuando no en forma personal, a través de otros personajes que encarnan sus ideas y se comprometen a continuar con sus programas de gobierno.

     Se habla mucho de los ideales de Bolívar; yo añadiría los de Sucre, Córdoba, Santander, Miranda y a otros muchos que dieron su vida a la causa libertadora; si estuviesen ahora ¿aprobarían a quienes dicen encarnar sus ideales? Seguramente pocos, muy pocos, saldrían bien librados de semejante experiencia. Hasta la próxima semana.

Por: Aquilino Cotes Zuleta.

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