Los seres humanos no somos confiables. Cuando nos sentimos bien perdemos el control.
De los hechos que ocurren a diario, ante algunos nos mostramos indiferentes y ante otros brindamos la mayor atención posible atendiendo a la forma en que afecten nuestra estabilidad emocional, afectiva, como la física para controlar nuestras fuerzas y movimientos y así estabilizar nuestras condiciones tanto del cuerpo como del alma.
En este caso la experiencia nos ayuda a ser comedidos y la capacidad de análisis aflora de inmediato para indicarnos hasta donde llegan los límites de lo que buscamos, deseamos y desarrollemos para bien propio y general.
Ante la aparición de la crisis en salud pública hemos aceptado todos los procesos indicados en cuanto al seguimiento y la aplicación de los recursos habidos para enfrentar tales hechos: una vacunación rigurosa, la aplicación de todas las recomendaciones de bioseguridad y protección personal y bajo el temor de no correr riesgos, respetamos tales recomendaciones que como deber y derecho a la protección de la vida de los demás, hemos aceptado con disciplina única, ejerciendo un control riguroso, no solo en sí mismos, sino también para con nuestro prójimo.
Así, se ha hecho por una mayoría no absoluta, pero si una mayoría representativa; pero si no se generaliza a través de la población total, estaremos perdiendo gran parte del trabajo que se hace por el bien de la humanidad.
Parece que existe mucha gente que no les interesa el mundo en que vive o es que admiran demasiado las luchas económicas y las anteponen a las sociales, pues aún no entienden, que aquellas deben marchar hermanadas con estas, pues son autodependientes, no existiendo la una fuera del contexto de la otra.
Es una lástima no entender que la confianza es buena, pero si se combina con el control mucho mejor.
Parece que el control se perdió entre cuerdos y no cuerdos, entre acatadores de las normas e indiferentes a ellas, miren nada más, seguimos todas las instrucciones, unos tomando todas las medidas del caso, pero la confianza se fue apoderando de los hechos que cuando nos empezamos a sentir fuertes e inmunes con la atención inmediata a las recomendaciones, doblegamos fácilmente, pues soltamos el control y nos fuimos guiando por la confianza de modo que empezamos a lamentar una nueva caída en los procesos de salud porque nunca, diría yo, hemos respetado la vida bajo ningún aspecto y estamos abocados a sufrir las consecuencias de un proceso incurable por culpa de los irresponsables y de los que manejamos la confianza sin el control debido.
Abrimos fácilmente las puertas a la pérdida de lo logrado y volvemos a los procesos de antes cómo si no hubiere pasado nada, echamos a un lado lo que nos ha costado trabajo dentro de una disciplina de esfuerzos.
Se necesitó de tiempo y de trabajo asiduo e incansable para lograr una vacuna para salvar a una humanidad y todo lo arruinamos con la indisciplina permanente fruto de no pensar en lo que nos rodea y utilizar el orgullo de ser superiores y más fuertes que la naturaleza misma.
La reciprocidad entre confianza y control es lo único que podría mantenernos unidos.
Nunca hacemos lo correcto por ello pagaremos siempre justos por pecadores; faltan líderes en nuestro mundo para que exista la confianza y nazca el control.
Mientras la sensatez no nos arrope, no habrá nada que hacer; por mi lado estaré pendiente del consejo de los más viejos que hayan pasado por este mundo.
Aquel que es descuidado con la verdad en asuntos pequeños, no puede ser confiable en asuntos importantes (Albert Einstein)