En un lugar no muy lejano, donde los rayos del sol dan todo su esplendor, vivía
una familia conformado por José y Merilia y su pequeña María, quien sentía
fascinación por su cinta color amarilla, que llevaba y lucia a todas partes. La familia vivían cómodos y sin necesidad alguna.
Una mañana habitual José se fue a labrar la tierra dejando a su esposa Merilia y a su hija María solas en casa, al pasar las horas tocaron la puerta -toc, toc-, Merilia corrió rápidamente para abrir la puerta, pensando que era su esposo, al abrir la puerta solo vio una anciana de mal aspecto físico, con verrugas, desaliñada y mal vestida. Merilia pregunto:-¿que buscas anciana?-, a lo que la anciana respondió:-
estoy muy cansada, agotada, quería saber si me podrías regalar un vaso de leche y pan-.
-Lo siento mucho, no tengo como ayudar- fue la respuesta de Merilia.
Al decir estas palabras tiro la puerta con tanta fuerza que un vaso ya lleno de leche cayó. La anciana ofendida les lanzo maldición.
Pasaron los días y la familia de María entro en crisis, José entro en crisis y no tenía fuerzas para trabajar Los cultivos se estaban perdiendo y todo iba mal.
Merilia desesperada lloraba y a la vida le reclamaba, María triste la observaba
Cierto día María recorría las calles, cuando de repente salió una anciana y le dijo: María, ¿qué haces por estos lares?, necesito decirte y a la vez proponerte algo-.
María le respondió:- ¿de qué se trata?-, la anciana siguió diciendo con voz tenue:-
yo soy la causante de las desgracias familiares, tu madre obro mal ese día, hoy
quiero solucionarlo, he consultado y solo hay una manera-
-¿Cuál manera, hare lo que pidas? Dijo María impresionada, la anciana certera le
ordena:-ven conmigo, aléjate de tu familia y el mal acabara-. Con lágrimas en los
ojos María acepto la salvación de su familia y dejo bajo un árbol su preciada y
pequeña cinta amarilla para ser siempre recordada.
Su padre mejoro, la tierra floreció nuevamente y todo volvió a ser como antes, solo
el vacio de haber sido salvado por su pequeña hija. Podrían recordarla y sentir que
todo estaba bien si salían y observaban su recuerdo, su pequeña cinta amarilla.
Autor: Taina Arias – Colegio San Isidro Labrador.