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La Ciénaga de Zapatosa

Por: Imelda Daza Cotes

En la red de internet abundan las presentaciones sobre los maravillosos paisajes de la geografía colombiana y del mundo, en general. Los desiertos africanos,  los tulipanes holandeses, la nieve de los Alpes, la majestuosa diversidad del África y de América entera, son paisajes imponentes de una naturaleza pródiga que explotamos sin compasión y sin temor. También la gente hace parte del paisaje; adorna o estorba, según su aspecto y su talante
Pero detrás de muchas de las bonitas imágenes hay realidades que desencantan y que deberían preocupar más. Si se asumieran en serio la protección, defensa y conservación de lo que muestran los paisajes, se evitarían muchas de las catástrofes naturales que actualmente azotan al planeta. Es lo mismo que ocurre con el complejo de lagunas más grande de Latinoamérica, la CIÉNAGA DE ZAPATOSA, ubicada en un área que comprende 4 municipios del Cesar y uno del Magdalena. Este cuerpo de agua es el hábitat de muchas aves migratorias y una zona de reproducción y alimentación de peces, aves, mamíferos y reptiles, pero la sobreexplotación amenaza la sostenibilidad de ese ecosistema. El peligro es real. Debería alarmar.
La situación ambiental de la Ciénaga y la de quienes habitan su entorno es crítica. Los problemas que afectan el área están asociados a la pobreza y a causa de ello a la sobreexplotación de los recursos naturales. Existen numerosos estudios, promovidos por Corpocesar y elaborados en colaboración con la Universidad Nacional de Colombia y el Banco de la República, que describen los problemas y proponen soluciones adecuadas, pero parece que todo queda en documentos bien hechos.
El Estado nacional sigue ausente, el gobierno regional no reacciona y las precarias administraciones municipales  ni siquiera conocen los alarmantes diagnósticos que se han hecho. Ha faltado voluntad política para afrontar los problemas de la Ciénaga y de quienes viven a su alrededor y ha faltado acción de parte de los afectados.
Según los informes referidos, muchos de los problemas tienen que ver con la degradación ambiental causada por la deforestación que se origina en la caza sin control, la quema de vegetación y la tala indiscriminada a orillas de la ciénaga; todo por la urgencia de la gente por procurarse un sustento. No hay más oportunidades para una población que sobrevive en medio de enormes limitaciones económicas.
Otro problema es la contaminación de los humedales que han sido colmados por el vertimiento y depósito de desechos sólidos, sedimentos, basuras domésticas, agroquímicos y aguas residuales. Es decir,  todo lo que sobra va a parar a la Ciénaga como si fuera una gran cloaca.
Lo anterior, sumado al mal manejo del equilibrio hídrico que debe existir entre el río y la ciénaga ha causado una notoria reducción de capturas, cada vez hay más pescadores pero menos peces para pescar. Tampoco hay actividades económicas alternativas para una población que crece. No sólo hay menos peces, también se han mermado otras especies como iguanas, hicoteas, tortugas de río, guardatinajas, pato real, etc. Los cazadores queman cada año unas 10.000 hectáreas de vegetación para facilitar la caza pero eso afecta la pesca porque en esas áreas se alimentan muchos peces
De otra parte, los suelos adyacentes a la ciénaga que son de vocación muy diversa, han sido acaparados por la ganadería extensiva que además de depredadora es de baja productividad. La agricultura es una actividad casi marginal. Esto explica un poco la pobreza.
Otra fuente de conflictos y problemas es la actividad minera del carbón extendida a todo el departamento del Cesar que 25 años después de iniciada deja escasos beneficios y enormes daños ambientales que amenazan la habitabilidad del área. La pobreza es generalizada, la dotación urbana de los pueblos “DUEÑOS” del carbón es precaria y la ruina moral, representada en la malversación de fondos públicos provenientes de las escasas regalías, es gigantesca
La subregión de la Ciénaga de Zapatosa requiere de acciones y decisiones. La tarea ineludible es combatir la pobreza que afecta a la mayoría de los habitantes. Sólo así es posible reducir la presión sobre unos recursos naturales limitados e insuficientes para satisfacer las necesidades de tantos. Urge limitar la sobreexplotación y urge un mayor control sobre los efectos nocivos de la minería del carbón. Los habitantes de Chiriguaná, Chimichagua, Curumaní, Tamalameque y El Banco tienen la palabra y tienen el derecho a exigir y a actuar para recuperar, defender y conservar la Ciénaga y los recursos naturales con los que la naturaleza tan generosamente los dotó.

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